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CapÃtulo 425Â
Cuando la fiesta termino, ya eran altas horas de la noche, y de repente comenzó a llover. Todos se agruparon bajo el alero esperando sus taxis, y luego se fueron uno tras otro hasta que solo quedaron Celia, Nicolás y Dylan.Â
Nico, yo también me voy ya. ¡Lleva tú a Celia a su casa!-se despidió Dylan, su auto habÃa acabado de llegar.Â
En ese momento, solo quedaban Celia y Nicolás. Él se volvió hacia ella y le preguntó:Â
-¿Quisiste hacerme preguntas durante la cena?Â
Ella vaciló, dudando un momento antes de preguntar con cautela:Â
-Cuando eras pequeño, ¿alguna vez fuiste secuestrado?Â
-¿Miranda te dijo algo?Â
Celia guardó silencio. Nicolás lo entendió todo al ver su expresión. Suspiró con impotencia.Â
-Pensé que lo recordarÃas por ti misma.Â
-¿Realmente eras tú? -Celia se quedó estupefacta-. Pero en aquel entonces las noticias informaron que…Â
-Solo informaron que habÃa dos supervivientes. -La interrumpió él, sonriendo con amargura-. Mis padres, para evitar manchar la reputación de la familia, optaron por no hacerlo público. El niño de los Gómez sufrió un secuestro… No era una noticia que les diera orgullo.Â
Celia lo miró fijamente, sin saber qué decir en ese momento. La lluvia bajó aún más la temperatura nocturna. Instintivamente, ella se abrazó, protegiéndose del frÃo. Nicolás notó sus movimientos y la envolvió con la chaqueta que llevaba colgada del brazo.Â
Ella se tensó por la calidez repentina, y su mente se quedó en blanco por un instante. No le desagradó el gesto de Nicolás. Al contrario, él no era una persona impulsiva. TenÃa un sentido de los lÃmites preciso y no la hizo sentirÂ
incómoda.Â
-Acuérdate de lavar la chaqueta antes de devolvérmela -dijo él con una sonrisa-, Después de todo, no es mÃa.Â
Celia mÃró la chaqueta de mujer que llevaba puesta.Â
-¿Es la chaqueta de la doctora Mora? ¿Cuándo se la pediste prestada?Â
-Antes de salir.Â
Celia iba a responder cuando, de repente, percibió una figura oscura entre la lluvia. Ella se volvió bruscamente para mirarla: bajo la lluvia, la figura erguida bajo el paraguas parecÃa llevar allà mucho tiempo, como si se hubiera fundido con la oscuridad.Â
SentÃa que la habÃa estado observando durante una eternidad. Y ahora, la oscuridad era incapaz de ocultar su palidez. Cuando la mirada de Celia se encontró con esos ojos profundos, sintió un nudo en el pecho. Nicolás también retiró su mirada y la posó en ella.Â
El tiempo se congeló durante varios minutos. César no se acercó. Finalmente, retiró la mirada, se dio la vuelta yÂ
Capitulo 425Â
+25 BONUSÂ
volvió a su auto. Celia se quedó inmóvil, observando los faros traseros del auto alejarse, mientras sus dedos apretaban con fuerza la chaqueta que llevaba sobre los hombros.Â
Cuando Celia regresó al hotel, las luces de la sala aún estaban encendidas, pero quien la esperaba no era César, sino Nicole.Â
-Señora, el jefe me pidió que le transmitiera un mensaje -dijo Nicole, tras haber vacilado un rato.Â
-¿De qué se trata? -preguntó Celia mirándola con tranquilidad.Â
-Dijo que usted ya no necesita acompañarlo en su tratamiento -dijo Nicole con mucha prudencia-. Puede ir adónde desee. Él se encargará de explicárselo a la señora.Â
Celia apretó los labios y de repente se rio, sintiendo una mezcla de sentimientos en su interior.Â
-¿Por qué no me lo dijo antes? Nunca he querido quedarme a su lado…Â
Nicole bajó la mirada y dudó en preguntar:Â
-Señora… ¿de verdad no desea quedarse?Â
Celia echó un vistazo hacia la habitación de César y elevó deliberadamente la voz:Â
ryÂ
-Me iré ahora mismo. ¡No hace falta que me eche!Â
Dicho esto, caminó con decisión hacia su habitación para hacer las maletas. Nicole la siguió e intentó persuadirla:Â
-Pero, señora, ¡ya es muy tarde!Â
-¡Nicolás vendrá a recogerme! ¡No me importa la hora! -gritó Celia a propósito.Â
Al oÃr estas palabras, Nicole se puso nerviosa. ¡Estaba tocando todos los puntos débiles de César!Â
No obstante, incluso cuando Celia salió de la habitación con su maleta, César no apareció ni una sola vez. Ella cerró la puerta con fuerza y se marchó directamente.Â
Dentro de la habitación, César estaba reclinado contra el cabecero de la cama. Sus largos dedos apretaban con fuerza la copa de vino. Su perfil definido quedaba oculto en la penumbra. Cuando la sala quedó en silencio, estrelló con fuerza la copa contra la pared. 3Â
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