CapÃtulo 385Â
¿Y acaso él es el único que puede enfadarse?-La voz de Celia se elevó-. En los pasados seis años, yo tuve muchas más quejas que él. ¿Acaso estoy destinada a esperarlo para siempre? ¿Y él puede enfadarse por solo haberme esperado un rato?Â
El guardaespaldas enmudeció al instante. No entendÃa el estilo de esta pareja… Cuando ellos no hablaban, el mundo parecÃa en paz; pero cuando lo hacÃan, parecÃan dos bombas peligrosas. Le interesaba saber cómo Nicole lograba aguantarlos…Â
César apretó un poco los dientes y luego le ordenó al guardaespaldas que recalentara la cena. Sin decir una palabra, el guardaespaldas se llevó los platos y se dirigió a la cocina.Â
En la sala solo quedaron Celia y él, mirándose fijamente. Al verla tan seria, él sonrió con amargura mientras se masajeaba las sienes.Â
-Es que antes… no tenÃa tanta hambre -intentó explicarlo.Â
-No me importa incluso si mueres de hambre.Â
Al ver su actitud tan indiferente, César soltó una risa repentina.Â
-¿De qué te rÃes?Â
Él la miró directamente a los ojos.Â
-Si aún te enojas, eso significa que aún te importo.Â
Celia se quedó sin palabras. Unos segundos después, sonrió en un tono irónico.Â
-Si a ti te pasa algo, tu familia me echará la culpa. Hice todo esto porque odio los problemas.Â
Dicho esto, entró en su habitación sin mirar atrás. César apretó los labios, dejando escapar una leve sonrisa.Â
***Â
A la mañana siguiente, mientras desayunaba, Celia recibió la respuesta de Dylan.Â
Dylan: “¡Las cosas que le gustan a Nico son bastante variadas!”Â
Celia: “¿Por ejemplo?”Â
Dylan: “Por ejemplo… En cuanto a mascotas, le gustan los animales de sangre frÃa; en comida, prefiere con un poquito de picante; y, además, y por cierto prefiere café de grano recién molido, nada de soluble“.Â
Celia: “Hombre… Lo que pregunto es, ¿qué regalo serÃa apropiado paraÂ
él…?”Â
Dylan: “¡Ah! Debiste haberme dicho antes… A lo mejor, un encendedor“.Â
Ella se sorprendió. ¿Un encendedor? Si no recordaba mal, Nicolás nunca habÃa fumado…Â
Celia: “¿No me estarás tomando el pelo?”Â
1/2Â
CapÃtulo 385Â
Dylan: “ConfÃa en mÃ. Regálale un encendedor. ¡Seguro le gustará!”Â
***Â
+25 BONUSÂ
En la sala de conferencias, Dylan acababa de enviarle el último mensaje cuando Nicolás descubrió que no estaba prestando atención al contenido de la reunión. Asà que le quitó el celular.Â
-¡TÃo! -Dylan emitió un grito de susto.Â
Al instante, todos los médicos y jefes de departamento en la reunión lo miraron. Dylan, muy avergonzado, les hizo un gesto de disculpa, sin atreverse a mirar a Nicolás. Nicolás revisó el historial de chat en silencio. Al poco rato, le devolvió el celular.Â
-Que no se repita -ordenó él.Â
Dylan recuperó su celular y sonrió radiante. Después de la reunión, siguió a Nicolás por el pasillo.Â
-Nico, ahora que sabes que Celia quiere regalarte algo… Por favor, ¡no me delates! ¡Finge no saber nada al respecto! ¡O ella creerÃa que yo la traicioné!Â
Nicolás se volvió a mirarlo, confundido.Â
-¿Qué sentido tiene si me regala un encendedor? Yo no fumo, ¿por qué deberÃa querer uno?Â
Dylan sonrió maliciosamente:Â
-¿No sabes el significado de regalar un encendedor?Â
-No.Â
-Si una mujer le regala un encendedor a un hombre, eso significa que quiere… ¡Encender el fuego del amor!Â
La expresión y los gestos de Dylan eran súper exagerados… Nicolás lo miró de reojo, se dio la vuelta y siguió avanzando.Â
Dylan sonrió, satisfecho: jeste tipo no se enojó, no lo regañó y no lo negó! ¿Y todavÃa negaba que estaba interesado en Celia? ¡Pura mentira!Â
***Â
Mientras tanto, siguiendo el consejo de Dylan, Celia fue obedientemente a una tienda a elegir un encendedor. No sabÃa mucho sobre ellos, pero, como César fumaba, los que él usaba debÃan ser bastante lujosos. El punto era que pocas tiendas los tenÃan. Y esta tienda a la que fue habÃa sido una recomendación de Dylan.Â
El local estaba lleno de objetos antiguos, como una tienda de curiosidades. HabÃa discos, periódicos, antiguos relojes de pulsera de marca, y todo tipo de rarezas, pero no eran nada baratas. ¡Un encendedor metálico retro costaba casi mil dólares! A Celia no le importaba mucho el precio, asà que lo compró sin dudar.Â
Al salir de la tienda con su bolsa de compras, vio a César bajando de un Spyker C8 estacionado frente a la acera… Ella se quedó atónita en su lugar, mientras él se dirigÃa directamente hacia ella arreglándose la chaqueta.Â