CapÃtulo 377Â
Celia no le respondió. Antes de que Marta pudiera insistir, VÃctor intervino con calma:Â
-No importa. Lo importante es que César siga su tratamiento.Â
Dicho esto, miró a César y le dijo:Â
-Hay algunos asuntos de la empresa que necesito hablar contigo en privado.Â
La expresión de César se volvió ligeramente más seria.Â
-De acuerdo.Â
Después de ver partir a César y a VÃctor, la mirada de Marta se posó en Celia.Â
-Si César se cura de su enfermedad, estaré de acuerdo con su divorcio. Él es mi único hijo. Ya no soporto verlo sufrir por nadie más.Â
Acariciando su bolso, continuó:Â
-Si tuvieras un hijo, quizás entenderÃas cómo se siente una madre.Â
Sin esperar respuesta, pasó junto a ella y se alejó. Celia permaneció inmóvil en el mismo lugar, sumida en sus pensamientos.Â
***Â
Mientras tanto, en Rivale, Nicolás, después de asegurarse de que Carlos estuviera bien acomodado, salió de la habitación. En ese momento, su celular vibró. Al revisarlo, vio un mensaje de Celia agradeciéndole por gestionar el traslado de Carlos. Miró la pantalla durante un largo rato. Escribió una respuesta, la borró, y finalmente solo envió:Â
“Hablaremos mejor cuando regreses a Rivale“.Â
-Doctor Gómez -lo llamó Ana acercándose.Â
Él guardó el celular y le respondió:Â
-¿Ya están listos los trámites?Â
-SÃ, todo ya está en orden -respondió ella con una sonrisa.Â
-Bien.Â
En ese momento, dentro de la habitación, la persona que yacÃa en la cama abrió lentamente los ojos al oÃr la conversación fuera de la puerta. Miró fijamente el techo, aturdido. En comparación con el miedo por haber sido empujado al agua, las palabras de Sira lo habÃan dejado en un estado más confundido y aterrorizado. ¿Su hogar se habÃa acaso deshecho? ¿Incluso su única hermana lo habÃa abandonado?Â
***Â
En otro lugar, la policÃa llegó justo cuando Sira tomaba el café con Beatriz.Â
1/2Â
Copitulo 377Â
+25 BONUSÂ
-Señorita Núñez, hemos recibido una denuncia que la acusa de intento de homicidio contra el señor Carlos Sánchez en Montaña Dorada esta mañana. ¿PodrÃa decirnos dónde se encontraba?Â
Sira ocultó el pánico en sus ojos y miró a Beatriz, quien sonrió con calma.Â
-Señora oficial, debe de haber un malentendido. La señorita Núñez ha estado conmigo toda la mañana.Â
El policÃa que interrogaba arrugó el entrecejo y les mostró imágenes de las cámaras de seguridad cerca delÂ
sanatorio.Â
-¿SÃ? Entonces, ¿quién es esta persona capturada por las cámaras?Â
Las imágenes, aunque borrosas, capturaban el momento en que Sira alzaba la cara, mostrando un perfil similar al suyo. Nerviosa, Sira apretó las manos bajo la mesa y se levantó lentamente.Â
-No sé quién hizo la denuncia, pero yo nunca he estado en Montaña Dorada.Â
-Señorita Núñez, mentir a la policÃa tiene consecuencias.Â
Antes de que Sira pudiera responder, Beatriz intervino con calma:Â
-En mi clÃnica también tenemos cámaras de seguridad. Pueden verificarlas primero.Â
Los policÃas se miraron. Uno se quedó vigilando, mientras los demás siguieron al asistente de Beatriz a la sala de monitoreo.Â
Sira permaneció sentada, bebiendo su café. Aparentaba calma, pero en realidad estaba distraÃda y nerviosa. De no ser por la mirada tranquilizadora de Beatriz, probablemente ya habrÃa perdido la compostura.Â
Aproximadamente diez minutos después, los policÃas regresaron. Solicitaron una copia de las grabaciones de la clÃnica para su investigación y les pidieron que mantuvieran sus lÃneas telefónicas disponibles para una declaración formal en cualquier momento. Beatriz asintió con una sonrisa e indicó a su asistente que hiciera la copia.Â
Una vez que la policÃa se hubo ido, las palmas de las manos de Sira ya estaban empapadas de sudor. Al dejar la taza, le tembló tanto la mano que derramó el café sobre la mesa.Â
-Vaya, ¿ya tienes tanto miedo? -se burló Beatriz.Â
Sira contuvo un suspiro.Â
-Al fin y al cabo, las grabaciones están editadas y son llanamente patrañas. Tarde o temprano lo descubrirán.Â
Beatriz jugueteó con su propia taza.Â
-Tranquila. Si me atrevà a falsificar esas grabaciones, es porque tengo formas de manejar la situación.Â
Sira apretó inconscientemente el asa de su taza, entendiendo que aquella vieja definitivamente no era un hueso simple de roer. Pero, en su opinión, habÃa tenido demasiada mala suerte por haberse topado con esas personas. Hablando de eso, Ana era, sin duda, su mayor amenaza.Â
212Â
Capitulo 378Â