Una de las enfermeras no pudo contener la risa. Le dijo a César sonriendo:Â
-Señor Herrera, es hora del desayuno. En un rato, le toca la perfusión.Â
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César asintió levemente y miró hacia Celia. Ella volvió la cabeza, negándose a mirarlo. Él se rio con impotencia y luego salió de la habitación. Después de que todos los demás se fueron, LÃa se acercó a Celia y le preguntó en voz baja:Â
-Celia, ¿ya hicieron las paces con mi primo?Â
-No.Â
-¿Entonces por qué ustedes durmieron juntos?Â
Celia se rio con exasperación.Â
-Fue tu sin vergüenza primo quien me gateó en la noche.Â
LÃa se quedó boquiabierta.Â
***Â
Mientras tanto, en Rivale, Sira llegó a la ClÃnica Estética Sonrisa siguiendo la dirección que la mujer le habÃa dado. Una enfermera la guio hasta la oficina de la directora. Al escucharla entrar, la mujer sentada en el sillón se volvió lentamente para mirarla.Â
-Siga usted, señorita Núñez. Toma tu asiento.Â
Sira se sentó frente a ella y la examinó con cautela.Â
-Nunca la habÃa visto antes. ¿Quién es usted?Â
Beatriz sonrió levemente.Â
-Por supuesto que no me conoces. Pero yo sà te conozco.Â
-¿Y cómo es que me conoce?Â
Al ver que Sira mantenÃa la guardia alta, Beatriz se levantó y se dirigió a la barra para servirle una taza de té.Â
-Conozco a Sergio Quiroga y a su padre. Naturalmente, también te conozco -respondió ella.Â
Sira apretó las manos, sin decir palabra. Beatriz se acercó con la taza y la colocó frente a ella.Â
-Ya te dije que no somos enemigas. No tienes por qué desconfiar de mÃ.Â
-¿Y cómo puedo estar segura de eso?Â
-Mi razón es bastante simple: no quiero que Celia Sánchez regrese a la familia Rojas. Y tú, tampoco quieres que ella te supere, ¿no es asÃ?Â
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Capitulo 374Â
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Las palabras de Beatriz sorprendieron a Sira. Esta mujer no solo tenÃa algo que la incriminaba, sino que también conocÃa todos sus asuntos… En este momento, si no accedÃa a cooperar, ¡no sabÃa qué podrÃa esperarle en el futuro!Â
-Está bien. Acepto colaborar contigo.Â
***Â
Dos dÃas después, Nicolás regresó a su consultorio después de sus citas médicas. Cuando pasó por la estación de enfermerÃa, oyó a las enfermeras comentando sobre la licencia de Celia y se detuvo en seco. Las vacaciones de Celia ya deberÃan haber terminado, pero aún no habÃa regresado a Rivale… ¿HabrÃa decidido quedarse en la capital por César?Â
Pensando, no pudo evitar arrugar el entrecejo y continuó hacia su oficina. Dylan ya lo esperaba desde hacÃa mucho tiempo. Al ver la expresión seria y adusta de Nicolás de los últimos dÃas, no pudo evitar bromear:Â
-Sin Celia a tu lado, has vuelto a ser el hombre aburrido de antes.Â
Nicolás se sentó y le preguntó:Â
-¿Y cómo era yo antes?Â
-Un muro de hielo impasable–dijo Dylan-. Pero desde que llegó Celia, ya dicho muro se habÃa derrumbado.Â
Nicolás se puso más serio.Â
No tiene nada que ver con ella.Â
Dylan emitió un sonido de escepticismo, pero no insistió. En ese momento, Estrella irrumpió en la oficina. Buscaba a Dylan y, al encontrarlo allÃ, le exclamó:Â
-¡Dylan, sal un momento!Â
-¿Yo? -Dylan señaló su propia nariz.Â
-¡Rápido! ¡Es urgente!Â
-¿Qué fue lo que sucedió?Â
-El hermano de Celia no está en Montaña Dorada, ¿cierto? ¡Ana me llamó y me dijo que alguien se lo habÃa llevado!Â
Dylan se quedó aturdido por unos segundos. Recordó vagamente que Ana, una enfermera, era efectivamente amiga de Celia, y que esta última le habÃa pedido que ayudara un poco a su amiga. Nervioso, él miró a Nicolás. Nicolás se puso de pie de inmediato.Â
-¿Dónde está él ahora?Â
***Â
Mientras tanto, Sira empujaba la silla de ruedas de Carlos hasta la orilla del lago. HabÃa elegido deliberadamente una zona poco transitada. Frenó la silla de ruedas y se colocó frente a él. Observando la cara inexpresiva y vacÃaÂ
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CapÃtulo 374Â
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de Carlos, se agachó lentamente.Â
-Las enfermeras me dijeron que aún no puedes hablar. ¡Qué lástima! Pero sà puedes oÃr, ¿cierto?Â
Carlos permaneció inmóvil, pero sus ojos se clavaron en ella.Â
-Perfecto. ¿Sabes qué? Muchas cosas han pasado mientras estabas en coma. Celia aún no te lo contó que tus padres ya murieron, ¿cierto?Â
El dedo de Carlos se movió bruscamente y sus párpados temblaron.Â
-Es comprensible que aún no te lo haya dicho. Después de todo, ella no es una hija biológica de los Sánchez.Â
Mientras hablaba, una chispa de malicia brilló en sus ojos.Â
-Ella es la hija de los Rojas. Después de la muerte de tus padres, jella te abandonó y regresó a la capital para reunirse con su verdadera familia!Â
Capitulo 375Â
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CapÃtulo 375Â