tulo 372Â
+25 BONUSÂ
CapÃtulo 372Â
Mientras tanto, en Rivale, Sira recibió una llamada de un número desconocido. Cuando la mujer con quien habló mencionó que César palidecÃa un cáncer de pulmón, ella se quedó sorprendida por un momento antes de reÃr, llena de desconfianza.Â
-No me importa quién seas, pero, deja de inventar historias sin ningún fundamento.Â
La otra persona, lejos de enfadarse, se rio, en cambio, con desdén.Â
-Sé que no me creerás. Mira, ¿si te digo que yo sé que tú fuiste la verdadera mente maestra detrás del accidente que planeó Celiana Soto?Â
Sira palideció en un santiamén.Â
-¿Y quién diablos es usted?Â
-Eso no importa. De todos modos, no soy tu enemiga.Â
La mujer rio suavemente y luego continuó con un tono sereno.Â
-El accidente que instigaste hizo que César Herrera desapareciera de la vista pública tras ser rescatado. La familia Herrera bloqueó toda información sobre él y anunció que se habÃa ido al extranjero para recibir tratamientos. No obstante, aquellos dÃas Celia se quedó en la capital. Si no fuera por la información que mi contacto me dio, no te habrÃa revelado este secreto. Puedes investigarlo por tu cuenta si no me crees. (1Â
Sira apretó el celular, con una expresión oscureciéndose cada vez más.Â
-¿Qué es lo que quieres?Â
-Quiero proponerte una colaboración —siguió la mujer sin prisas—. Odias a César porque él te abandonó, ¿ cierto? Y odias a Celia por haberte robado a tu macho, ¿no? Yo puedo ayudarte. Pero al mismo tiempo, también necesito que me ayudes a mÃ.Â
Sira le sonrió con una actitud arrogante.Â
-A mà no me gustan las amenazas, y me da igual quién eres, pero déjame decirte que eres tú quien me necesita. ¿Por qué yo deberÃa entonces ayudarte?Â
-Porque sé todo sobre tu pasado con Sergio Quiroga.Â
Al escucharlo, todo el cuerpo de Sira se tensó de miedo y perdió todo el color. Cuando esa mujer pronunció ese nombre, su corazón casi dejó de latir por un instante. El temor en sus ojos persistió y ella empezó a sudarÂ
incontrolablemente.Â
La mujer supo que habÃa capturado el punto débil de Sira frente a este silencio prolongado.Â
-Señorita Núñez, considérelo bien. Estoy segura de que no quieres que César se entere de lo que sucedió en aquel entonces, ¿cierto?Â
Sira apretó los dientes con fuerza. Tras un momento, recuperó la compostura.Â
1/2Â
Capitulo 372Â
+25 BONUSÂ
-Ni siquiera sé cómo te llamas. ¿Cómo puedo confiar en ti?Â
-Mi apellido es Vargas. Si quieres saber quién soy, mañana por la tarde te enviaré una dirección.Â
La llamada se cortó abruptamente.Â
Sira permaneció inmóvil en el mismo lugar durante mucho tiempo. Era la primera vez que sentÃa una amenaza y un miedo tan profundos. César ya la odiaba mucho… Si la identidad del padre biológico de Óscar salÃa a la luz, y si César se daba cuenta de que ella lo habÃa engañado tantos años, ella morirÃa. Bajo tales circunstancias, sin importar quién fuera esta mujer, debÃa acudir a su cita.Â
Ya eran las altas horas de la noche. En la capital, Celia habÃa sido acomodada en la habitación para familiares dentro de la suite de César. DormÃa intranquila cuando, a mitad de la noche, la sensación de que alguien se subÃa sigilosamente a la cama la despertó sobresaltada.Â
Al ser una habitación médica, la puerta no podÃa cerrarse con llave por dentro, por lo que ella no se atrevió a quedarse profundamente dormida. SabÃa quién era. Intentó incorporarse, pero el brazo del tipo se cerró alrededor de su cintura, atrayéndola contra su pecho.Â
-Ya es muy tarde. ¿Adónde vas?Â
-¿Quién te permitió que subieras? ¡Lárgate de aquÃ!Â
Celia forcejeó, pero no logró liberarse. Al final, le mordió el brazo, dejándole allà una marca. Él contuvo un gemido, soportando el dolor agudo.Â
-Solo quiero abrazarte. No te haré nada más -dijo él.Â
Celia mantuvo el cuerpo tenso, sin atreverse a relajarse ni un momento. Él lo notó y soltó una risa con amargura.Â
-¿Qué podrÃa hacer un paciente medio muerto como yo? Aún valoro mi vida, como sabes.Â
Ella lo miró con sarcasmo.Â
-¿Qué valoras tu vida? Pero sà querÃas la muerte, ¿no?Â
César guardó silencio por un momento antes de contestar:Â
-Antes de morir, aún quiero disfrutar bien de mis dÃas contigo.Â
En la penumbra, Celia se tensó un poco más. ¿Qué demonios estaba diciendo César? ¿Disfrutar de sus dÃas con ella? ¿Acaso la enfermedad le habÃa afectado el cerebro…?Â
Antes de que pudiera reaccionar, él se le acercó un poco más, enterrando su cara en la curva de su cuello y hombro.Â
-Celia, alguna vez creà que no te amaba. Pero la verdad es que me enamoré de ti hace mucho tiempo.Â