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Por que 369

Por que 369

Capítulo 369 

Celia y Nicole llegaron a la habitación cuando Marta justo salió de esta. Nicole inclinó ligeramente la cabeza para saludarla. 

-Señora. 

Marta lanzó una mirada a Celia. 

-Seguro que Nicole ya te ha informado sobre la condición de César. A mí no me importa en lo absoluto lo que pienses en realidad, solo espero que lo acompañes por un rato. 

Sin esperar la respuesta de Celia, ella se marchó con su bolso. Nicole se hizo a un lado, le dio algunas indicaciones a los guardaespaldas y luego también se retiró. Celia permaneció inmóvil en su lugar durante un largo rato antes de finalmente empujar la pesada puerta. 

Yael iba a salir de la habitación interior y, al verla, se sorprendió mucho, casi no pudo reconocerla. 

-Eres¿Celia? 

Ella lo había visto un par de veces antes, pero no lo conocía bien. Solo sabía que era psicólogo infantil y que tenía una buena relación con César. Ella asintió y le respondió con tono sereno. 

-Doctor Lucero. 

Yael tampoco sabía mucho sobre Celia, solo que era la esposa de César y no habían publicado su matrimonio. En el pasado, cuando él la veía, siempre se mostraba educada, tranquila y dócil. Especialmente, cuando ella estaba con los miembros de la familia Herrera, ella solía actuar con una actitud casi sumisa. 

En ese entonces, su primera impresión de ella había sido que era una mujer bonita pero vacía. Y su amigo, César, precisamente no apreciaba a ese tipo de damas. No sabía si era porque hacía mucho que no la veía, pero tenía la sensación de que ella ya era diferente a antes. Cuando él volvió en sí, le sonrió. 

-Supe que te trasladaste a Rivale. ¿Has vuelto para ver a César? 

-Su padre me pidió que viniera. 

Yael se sorprendió. ¿El padre de César? César y ella eran una pareja, ¿no? ¿Por qué ella se refería a su suegro de manera tan distante? 

Sin prestar atención a sus pensamientos, Celia entró en la habitación. César estaba recostado en la cama, hojeando un libro para pasar el tiempo. Al oír los pasos, alzó la vista. Se quedó estupefacto por unos segundos, y luego pareció adivinar la situación. 

-Fueron mis padres quienes te hicieron venir, ¿cierto? A decir verdad, no tenías que aceptar… 

-¿Y no fue idea tuya? 

La mano de César, que pasaba una página, se detuvo bruscamente. Tras unos segundos, soltó una risa serena pero burlona para sí mismo. 

-No pensé que a tus ojos me hubiera convertido en alguien tan despreciable. 

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Capitulo 369 

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Sin esperar a que Celia le respondiera, cerró el libro. 

-Es cierto que deseaba que vinieras a persuadirme. Pero también pensé que si moría, nuestro matrimonio terminaría entonces como tú querías. 

-¡César Herrera! ¡Basta con tus jueguitos infantiles! 

Celia rio exasperada y se acercó a la cama. 

-¡Solo necesitas firmar unos papeles! ¿Y ahora usas tu propia vida para chantajearme? 

César la miró con una sonrisa. 

-Ya lo he dicho antes. En mi diccionario no existe la palabra divorcio, solo existe la viudez. 

Ella le arrebató su libro y lo arrojó al suelo. 

-Eres un tipo infantil y despreciable —dijo ella sin piedad. 

Él, aprovechando el momento, la atrajo hacia sus brazos. 

-Sí, lo soy. Soy infantil y soy despreciable. Celia, merezco el castigo porque te olvidé. 

Celia intentó liberarse, pero en ese momento una joven empujó la puerta y entró. 

-César, me enteré de que… 

Al ver la escena frente a ella, la joven se detuvo, sorprendida. Luego, con total tranquilidad, les dio la espalda. 

-Ah, es que llegó tu esposa. ¿Estoy interrumpiendo? ¡Perdón! 

Celia se soltó del abrazo de César y retrocedió varios pasos. La mirada de César se posó en la joven. 

-Sírespondió él, impasible. 

La joven se volvió, con una sonrisa radiante. 

-¡Bah! Ya tendrán muchas oportunidades de estar a solas. ¿Qué importa si los molesto un día? 

Dicho esto, miró a Celia con una expresión vivaz y encantadora. 

-Ay, mi cuñada, jeres tan bonita! 

Ante el entusiasmo de la joven, Celia se sorprendió un momento, pero se limitó a corresponder con una sonrisa 

educada. 

-Tú también eres muy bonita. 

-¡Lo digo muy en serio! —la joven tomó la mano de Celia y habló con dulzura-. Por favor, no desconfíes de mí. No soy una estúpida como Rocío. ¡Yo sí apoyo mucho tu relación con mi querido primo! 

Por que

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