Capitulo 283
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Capítulo 283
Él se detuvo y se volvió a mirarla fijamente.
-¿Qué quieres decir con esto?
Ella sonrió con amargura.
Te mentí. La persona que te rescató no fui yo. Puedo decirte quién fue, pero tienes que aceptar una condición. Si accedes, jamás volveré a aparecer frente a ti ni frente a Celia
Sánchez. 1
***
Una semana después.
A Celia le quitaron los puntos de la mano derecha, pero aún no podía sostener nada, ni siquiera un tenedor. Estrella la miraba con preocupación.
-¿De verdad ya no podrás volver a sostener un bisturí?
-Me recuperaré poco a poco. Soy joven, me mejoraré.
Aunque Celia era la que estaba herida, aun así, la consolaba. Estrella sintió mucha pena en el
interior.
—¡Quien te hizo esto es realmente imperdonable! ¡Ojalá se muriera alguien así!
Celia miró la cicatriz en su mano derecha con expresión serena. Estos días, cada vez que recordaba el lunar rojo en la muñeca de Sira, sentía una profunda ironía. Sus padres adoptivos habían muerto a manos de su hija biológica, que era un resultado tan trágico y
ridículo…
Poco después de que Estrella se fue, llegó a la habitación un grupo de personas con regalos muy costosos. Era la primera vez que Celia veía en persona a Adela. Al igual que la señora Rojas, era una gran belleza con su encanto único.
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Al ver a Celia, Adela sentía que ella se parecía a cierta persona que conocía, pero no lograba
ubicar a quién era.
-Eres Celia Sánchez, ¿cierto? Lamento mucho que antes te malentendí. -Se disculpó.
-¿Malentendido? Señora Gómez, ¿por eso pidió que me apuñalaran la mano?
Adela se atragantó con las palabras, sin esperar esa respuesta de Celia. Ya había investigado lo sucedido, y en efecto, Sira la había utilizado.
-No sabía que Sira te haría esto. Yo solo quería encerrarte allí y darte una lección, sin ninguna otra intención de lastimarte. No pensé que ella se aprovecharía de mí. 1
Al decir esto, su expresión se volvió un tanto incómoda. Después de todo, debido a una decisión apresurada, Sira logró utilizarla y había causado un accidente. Ahora, la relación con su hijo probablemente estaba más tensa que nunca, ni mencionar mejorarla…
Celia bajó la mirada y guardó silencio. Adela hizo que dejaran los regalos y luego se sentó al
borde de la cama.
-Celia, estoy seria y lamento mucho lo ocurrido. Lastimarte no era mi intención. Si ahora mismo viera a Sira, ¡no la dejaría escapar!
-Acepto sus disculpas, pero estos regalos son demasiado valiosos. Por favor, lléveselos.
-Pero, si no los aceptas, no podré quedarme tranquila —insistió Adela.
Celia no esperaba que Adela fuera tan insistente. Tras esfuerzos, cedió y los aceptó. Al verla así, Adela sonrió aliviada y comenzó a preguntarle por su bienestar con mucha calidez. El cambio de actitud fue tan drástico que a Celia la dejó pasmada.
Nicolás se paró justo afuera de la puerta, observando por la ventanilla de la habitación. Al final, no entró.
-Señor Gómez, ¿no entra?
César apareció detrás de él en ese momento y preguntó en tono indiferente. Nicolás se
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volvió y sus miradas se encontraron.
-¿Tú quieres que entre?
César no respondió. En ese momento, la puerta de la habitación se abrió de repente y salió Adela. Al ver a su hijo, antes de que pudiera alegrarse, notó a César y se sorprendió.
—Ah… Es usted… Eres César, ¿cierto?
César asintió ligeramente con la cabeza. Su mirada se posó en los regalos que los guardaespaldas habían dejado en la mesa de la habitación.
-Señora Gómez, ha sido tan generosa con mi esposa.
-¿Tu esposa? -Adela mostró asombro.
—¿El señor Gómez no se lo dijo? -preguntó César con una sonrisa leve, como declarando
su propiedad―. Celia es mi esposa.
Adela miró a Nicolás, que permanecía en silencio, luego a Celia en la cama, y después otra vez a César. Sentía que se le iba a reventar la cabeza, pero, aun así, logró mantener la sonrisa con cortesía. -¿Por qué tu familia nunca nos ha notificado sobre tu matrimonio?
-Mi madre no lo permitió.
Al mencionar a Marta, Adela sonrió sin decir nada y no insistió más.
