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Capitulo 281Â
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CapÃtulo 281Â
La sonrisa de Adela se congeló. Dejó a su gato en el sofá.Â
-¿Regresas a casa solo para interrogarme por una extraña?Â
-¡Respóndame! –La voz de Nicolás se endureció.Â
La sirvienta salió apresuradamente de la cocina al oÃr el alboroto. De inmediato, percibió la tensión en la sala de estar: madre e hijo se enfrentaron durante un largo momento; ella intentó intervenir.Â
-Señor, no debe gritarle asà a su madre…Â
-No te metas donde no te llaman.Â
Su actitud indiferente y desafiante hizo que Adela se sintiera algo nerviosa. Al final, ella cedió primero.Â
-Solo la encerré para darle una lección.Â
-¿En la bodega suburbana?Â
-SÃ.Â
Él apretó los dientes e hizo otra pregunta.Â
-¿Solo la encerraste allÃ? ¿Nada más?Â
Adela no entendió muy bien su pregunta, y lo miró confundida.Â
-Si ya tienes una mujer que te gusta, ¿por qué involucrarte con otras?Â
Nicolás entrecerró los ojos.Â
-¿Qué significa que ya tengo una mujer que me gusta?Â
Adela parpadeó perpleja.Â
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-Dylan me dijo que recientemente tienes una relación cercana con una joven de tu misma profesión. Sira también es médica y ella misma lo admitió. ¿No es asÃ?Â
Al oÃr esto, la mirada de Nicolás se volvió gélida, y emanó un aura peligrosa. Tras unÂ
momento, rio de ira.Â
-Si me interesara Sira Núñez, ¿por qué la habrÃa ignorado por tres dÃas?Â
Sentada en el sofá, Adela palideció.Â
-¿No es ella?Â
Nicolás adivinó la verdad. Al voltear para irse, Adela lo impidió.Â
-Ya es muy tarde, no vayas en persona. Haré que mis guardaespaldas vayan a liberarla…Â
Nicolás se detuvo en la entrada y se volvió.Â
-Si ella se quedara allà hasta ahora, ya habrÃa muerto.Â
Adela se quedó en casa escuchando, con semblante serio, como el sonido del motor se alejaba. Llamó a su chofer para confirmar la situación.Â
Solo llevaron a esa joven a la bodega, ¿cierto? ¿Le hicieron algo más? —preguntó.Â
-No, nada más. Su orden fue que hiciéramos lo que la señorita Núñez nos pidió. Dejamos la joven en la bodega y luego nos fuimos. Ella se encargó sola del resto -respondió el chofer.Â
Adela comprendió todo en ese momento. ¡Esa maldita la habÃa engañado! Tras colgar la llamada, marcó otro número.Â
***Â
Cuando Celia despertó en la habitación de la clÃnica, ya era la mañana siguiente. Al abrir los ojos, vio a César sentado junto a su cama, descansando con los ojos cerrados. Solo vestÃa una camisa gris, con las mangas enrolladas mostrando sus muñecas y la chaqueta colgada en el respaldo del sofá. Su cabeza ya estaba ligeramente agachada, pero su mano derecha aún sostenÃa su izquierda.Â
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Ella intentó hablar, pero le picó la garganta. Soltó un par de toses, e instintivamente, intentó llevar su mano derecha a la boca. Al moverla, el dolor desgarrador le arrancó unÂ
gemido.Â
César despertó de un salto. De inmediato se inclinó hacia ella con preocupación.Â
-¿Cómo te sientes? ¿Te duele la herida?Â
-Tengo sed.Â
-Bien, te traeré agua.Â
Se levantó para servirle un vaso de agua tibia. Presionó el botón del control automático paraÂ
elevar la cabecera, luego acercó el vaso a sus labios. Ella sostuvo la base con la manoÂ
izquierda.Â
-Puedo hacerlo.Â
César no insistió.Â
-ice-!Â
Estrella abrió la puerta de golpe. Sorprendida al ver a César, retrocedió un pocoÂ
avergonzada.Â
-Ah, pues… ¡Volveré a verte más tarde!Â
César tomó el vaso.Â
-¿Tienes hambre? ¿Qué quieres comer?Â
Celia se recostó en la almohada, mirando hacia afuera por la ventana.Â
-Lo que sea.Â
Él soltó un “hum” y se levantó despacio.Â
-Voy a hacer una llamada.Â
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Dicho esto, fue al extremo del pasillo con el celular. Llamó a Nicole para que le hiciera unÂ
pedido de comida nutritiva para llevar a la habitación de Celia.Â
Nicole aceptó, luego le preguntó con cautela:Â
-La señorita Núñez quiere hablar con usted. ¿La verá?Â
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