Capitulo 278
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Capítulo 278
-Ya estás casada. Interesarte en mis asuntos no es apropiado-dijo él con cara impasible.
Celia se quedó sin palabras y se calló. Al anochecer, recibió un mensaje de César. Tenía un imprevisto y no podía ir a recogerla. Le pidió que le enviara un mensaje cuando llegara a Montaña Dorada. Celia respondió con un “hum” y no le dio mucha importancia. 1
De pronto, el auto de Nicolás se detuvo frente a ella. La ventana del conductor bajó y fue
revelando la cara de un hombre desconocido.
-Señorita Sánchez, el señor Gómez me envió para llevarla de vuelta a casa. —Explicó él.
Celia verificó la placa: era el auto de Nicolás, pero mantuvo la cautela.
-¿Y dónde está él?
El conductor le dijo:
-Tuvo un asunto familiar urgente. Se fue con Juan.
Incluso conocía a Juan y manejaba el auto de Nicolás… Debía ser un chofer de los Gómez. Celia abrió la puerta trasera y subió al auto. Durante el trayecto, envió un mensaje a Nicolás agradeciéndole el favor. Al terminar de escribir, alzó la vista y notó que el auto no se dirigía
ni a Montaña Dorada ni a Jardín Rosal. 1
-Señor, ¿ha tomado el camino equivocado? -preguntó con alerta.
El hombre la míró por el retrovisor, sin decir nada. Ella intuyó que algo andaba mal y entrecerró los ojos.
-Por favor, voltee hacia Montaña Dorada o voy a llamar para pedir ayuda.
-Señorita, no se preocupe. Es nuestra señora quien quiere verla.
-¿Quién es su “señora”?
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Capitulo 278
-La madre del joven señor, la señora Gómez.
Celia apretó las manos.
-¿Por qué me busca?
-No lo sé.
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El auto entró en un camino angosto, rodeado de ginkgos en flor, incluso las ramas ocultando el vehículo. Pronto, llegaron a una bodega vinícola ubicada en una zona apartada.
Parecía poco visitada, más bien un almacén cerrado con llave. Al detenerse, Celia abrió la puerta cuando se desbloqueó. Intentó huir, pero dos hombres le bloquearon el paso.
-Señorita, no nos dificulte. Solo seguimos órdenes.
Ella miró el terreno alrededor, esforzándose por calmarse.
-No ofendí a la señora Gómez. ¿Qué quieren?
En ese momento, sonó su celular. Era una llamada de Nicolás. Cuando estaba a punto de contestar, el chofer le arrebató el dispositivo de la mano. Ella gritó a todo pulmón:
-¡Ayuda!
Al instante, el hombre que estaba detrás de ella le tapó la boca con la mano. Ella le mordió la mano y, aprovechando el momento en que él sintió dolor, le dio un fuerte golpe con su bolso
y corrió hacia la entrada de la zona.
-¡Deténganla!
Cuando casi llegó a la intersección, alguien le jaló el cabello con fuerza. Perdió el equilibrio y cayó al suelo. El hombre la levantó con movimientos bruscos.
-Señorita, si no coopera, lo lamentamos, pero tendremos que ser más firmes.
La llevaron brutalmente hacia la bodega. La puerta se cerró con un “click”. Cuando Celia se recuperó del dolor, alzó la vista: el patio estaba abandonado, cubierto de maleza. Al oír el
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motor del auto alejarse, corrió y se lanzó contra la puerta de hierro.
-¡Déjenme salir! -gritó pidiendo ayuda, pero no recibió ninguna respuesta.
De pronto, oyó una voz familiar.
-Deja de hacer esfuerzos inútiles. Grita todo lo que quieras, nadie te va a oír.
Celia se volvió. Sira salió de las sombras acompañada de dos hombres.
-¿¡Eres tú!? Se puso seria al instante.
–
-No esperabas que la señora Gómez también estuviera de mi lado, ¿cierto?
Sira se le acercó y le dio una cachetada.
-Mira, al final terminaste en mis manos. Tú y tu familia son igual de odiosos.
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Estas palabras provocaron a Celia. Ella le devolvió el golpe de inmediato. La cara de Sira se
distorsionó de la ira.
—¿Qué esperan? —les gritó Sira a los hombres que estaban detrás de ella.
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