Capitulo 267Â
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CapÃtulo 267Â
Ella se sorprendió, volviéndose hacia Nicole, antes de acercarse.Â
Necesita ir al baño, ¿cierto? El jefe me envió a buscarla.Â
Celia asintió. Se volteó para despedirse de Nicolás antes de irse. Él observó sus figuras alejarse y se quedó pensativo. En ese momento, un hombre salió del baño, deteniéndose a su lado.Â
-Señor. -Lo saludó con respeto.Â
Nicolás recompuso su expresión y le dijo:Â
-Vámonos.Â
***Â
Celia siguió a Nicole al estacionamiento. César ya la esperaba dentro del auto. Al subir, él se inclinó hacia ella, causándole una sensación sofocante. De pronto, sintió algo frÃo en su cuello: el collar de rubÃes estaba en su cuello. En los ojos de César ya brillaba el destello de aprobación.Â
-SabÃa que este color te quedarÃa bien.Â
-¿Cuándo me devolverás el celular? -preguntó.Â
La sonrisa de César se desvaneció. Acariciaba la delicada clavÃcula de Celia con los dedos.Â
-Tu celular ya está viejo. Te compraré uno nuevo.Â
-Pero todavÃa me funciona bien.Â
Ella apartó su mano con la suya, pero él la tomó de nuevo, con suavidad.Â
-Celia, no me rechaces.Â
Los antiguos sentimientos que Celia intentaba enterrar se movÃan en su interior. ¿Ella noÂ
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Capitudo 207Â
habÃa sido rechazada lo suficiente…? Al final, retiró su mano.Â
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-Antes le dabas todo lo que Sira pedÃa. ¿Crees que a todas las mujeres les gustan las joyas, las ropas de marcas y la vida lujosa? Incluso prefieren lo nuevo antes que lo viejo, ¿cierto?Â
-No es lo que quise decir. -César se tensó.Â
-Ya te dije que mi celular me funciona muy bien. No necesito uno nuevo. Si realmente quieres compensarme, no fuerces, en mÃ, cosas que no deseo.Â
Dicho esto, miró por la ventana sin esperar su respuesta. Las dos personas en la primera filaÂ
permanecieron en silencio. La atmósfera se volvió intensa. Celia creÃa que él se enojarÃa por su “ingratitud”. En cambio, él accedió.Â
-Está bien. Tienes que decirme qué te gusta.Â
Ella se sorprendió, manteniendo la espalda hacia él.Â
-Devuélveme mi celular.Â
Él guardó silencio, ni la aceptó ni la rechazó. Poco después, cuando él le entregó el dispositivo, sus ojos se iluminaron. Extendió la mano para alcanzarlo, pero él lo retiró en el último segundo. Celia tiró de su brazo.Â
-¡Dámelo!Â
César se recostó, llevándola a inclinarse sobre su pecho. Él rodeó su cuerpo suave con el otro brazo y sonrió.Â
-¿Darte qué?Â
Al darse cuenta de su insinuación, ella se puso roja. Lo empujó levemente.Â
-¡El celular!Â
Necesito un beso y luego te lo daré.Â
Celia guardó silencio un momento antes de besarlo en la mejilla. En ese instante, incluso losÂ
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ojos de César se aclararon; la pesadumbre en su entrecejo también se disolvió. Sujetó con suavidad su nuca y habló con voz ronca:Â
-¿En serio me besaste?Â
Ella le extendió la mano.Â
-Dame el celular.Â
César soltó una risa entre exasperada y divertida. Cuando iba a dárselo, lo recuperó de nuevoÂ
al recordar.Â
-Sáqueme de la lista negra.Â
-De acuerdo. —Ella aceptó.Â
Al recuperar el celular, primero respondió todos los mensajes y luego contactó a la clÃnica. Entre los recibidos, habÃa uno de Alfredo pidiendo disculpas. Ella lo eliminó, sin responderle nada. César también vio el mensaje de reojo. Cerró los ojos, mostrando un aura serena eÂ
impenetrable. 1Â
Cuando llegaron a Montaña Dorada, ella bajó del auto. Al mismo tiempo, César dijo:Â
-Ya puedes regresar a la oficina.Â
Ella se detuvo un instante antes de entrar sin volverse. Nicole miró a César y pidió suÂ
opinión:Â
-Jefe, ¿adónde vamos ahora?Â
-Vamos a buscar a Alfredo.Â
***Â
En el hotel, Alfredo aún dormÃa cuando sonó el timbre. Frotándose los ojos, abrió la puerta. Antes de identificar a los visitantes, los guardaespaldas lo derribaron. El dolor lo despertó. Escupió sangre, y al levantar la cabeza, vio a César. De inmediato, adivinó su propósito.Â
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-Viniste por Celia, ¿cierto?Â
Él se sentó con calma en el sofá.Â
-Tú me enviaste esa foto, ¿verdad?Â
-SÃ, ¿y qué? Celia estuvo casada contigo seis años. Sabes cómo la trataste. Solo quiseÂ
liberarla. Rio sin miedo.Â
La expresión de César se nubló, mostrando una presencia intimidante.Â
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-¿Por qué creerÃas que ella irÃa contigo? Tuviste que ver con lo de Carlos y Fabio, ¿no?Â
La sonrisa de Alfredo desapareció.Â
—SÃ, pero lo de Carlos fue un accidente. Sabes muy bien cómo Fabio trataba a su hija, ¿no? ¡Ese tipo se lo merece! Sé que fui cómplice, pero tú, César, tampoco eres inocente.Â
La expresión de Alfredo se volvió feroz.Â
-¡Tú consentiste a Sira! Aunque no eres el asesino, ¡causaste la tragedia de los Sánchez!Â
César tomó un cenicero de la mesa y lo estrelló contra la cabeza de Alfredo. Nicole palideció de terror y los guardaespaldas también contuvieron la respiración.Â
Alfredo se cubrió la cabeza, cayendo al suelo. La sangre corrÃa por su frente. César marcó elÂ
número de emergencias con el teléfono fijo.Â
-En la habitación 2668 del hotel RÃo Primaveral, en la Calle Cercaorilla hay un herido.Â
Dicho esto, colgó y partió con su equipo. Al salir del hotel, se detuvo frente al auto. Miró sus manos manchadas de sangre y las limpió con un pañuelo.Â
Las palabras de Alfredo resonaban en su mente.Â
-¡Tú consentiste a Sira! Aunque no eres el asesino, ¡causaste la tragedia de los Sánchez!Â
Permaneció inmóvil frente al auto durante un minuto.Â