Capítulo 248
Los presentes mostraron expresiones incómodas al escuchar sus palabras. Las palabras de Celia sin duda se convertirían en el tema más comentado en ocasiones privadas. Después de todo, casi cada uno de los circulos altos tenía sus escándalos, especialmente esos sobre amantes o hijos ilegítimos. Las damas estaban muy familiarizadas con esos chismes.
Sin embargo, nadie los sacaba a la luz como Celia. Incluso si sus propios esposos les eran infieles, ellas preferían hacer la vista gorda para proteger su dignidad y la reputación familiar. No esperaron que ella fuera tan atípica y se atreviera a exponerlo. Parecía que buscaba humillarlo…
Nadie quería ofender a un Herrera, sin saber cómo reaccionar. Solo Jorge intervino para aliviar la tensión, bromeando con una sonrisa forzada.
-Bueno, es que la señora Herrera tiene mucho sentido del humor y está bromeando…
Nadie sabía si era una broma o no, pero, por cortesía, le siguieron la corriente. Cuando la multitud se dispersó, César dejó su copa y se plantó frente a ella.
-Sabes la situación de Óscar. ¿Por qué dijiste eso?
-Solo dije la verdad. —Celia cruzó los brazos-. Si tu familia quiere un hijo tuyo, ¿por qué no reconoces formalmente a Óscar como tu hijo adoptivo? Si lo compadeces y lamentas su situación, podrías adoptarlo. Ese niño solía llamarte “papá“, ¿no? No lo decepciones.
El pecho de César se agitó, aunque su cara aún permaneció serena.
-En ese entonces, nunca imaginé que malinterpretarías mi relación con él. -Intentó explicarlo.
Celia lo miró con una sonrisa. Retiró la sonrisa burlona y echó un vistazo a su alrededor.
-Eso ya no importa. Esta fiesta es aburrida. Me voy.
Al pasar junto a César, él tomó su brazo.
-Te acompaño.
Ella no respondió. Él se despidió de Jorge y se fueron del evento antes de tiempo. Celia lo siguió con pasos lentos, distraída. Había intentado humillarlo en público, esperando que estallara de ira… En el pasado, cuando se trataba de Sira y su hijo, siempre la reprendía, ¿no era así…?
Tan absorta en sus pensamientos, no notó que él se había detenido frente a ella. Chocó contra su espalda sin darse cuenta. César se volvió, sosteniéndola por la cintura con una mirada intensa.
-Sé que querías provocarme vergüenza. Pero, en serio, no tienes por qué hacerlo.
Ella no esperó esas palabras. Lo apartó con un empujón, con una risa irónica.
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César, no te entiendo. Mis padres murieron por culpa de Sira y Carlos sigue inconsciente por ella. Siempre dices que quieres compensarme, ¿elerto? Si quieres hacerlo, deberías usar todos los medios para hacer que pague, en vez de malgastar el tiempo conmigo.
El apretó los dientes y guardó silencio. Ella había adivinado su actitud. Sabía que él no podía lograrlo.
Claro, es la mujer que amaste durante diez años. Creerás que esto es demasiado cruel para ella…
-No es por eso. La interrumpió con una expresión nublada.
-¿Entonces cuál es la razón?
La mirada de él se clavó en ella.
-Dame un poco de tiempo.
Celia mostró indiferencia, girando para subir al auto. Al ver cómo cerraba la puerta, él apretó los labios y su mirada se oscureció todavía más.
***
Al día siguiente, ella se levantó temprano. Al pasar por la cocina, vio a César sirviendo el desayuno en
la mesa.
-Buenos días. El desayuno ya está listo. La saludó.
–
Ella se detuvo, con su mirada puesta en la pasta italiana que él le había preparado. No se negó. Se sentó a la mesa, tomó un tenedor y la probó. Mientras tanto, él se quitó el delantal y lo colocó a un lado, luego sacó una silla para sentarse.
-¿Está rica? -preguntó.
Celia sirvió un vaso de agua y dio un sorbo.
-Aprendiste a cocinar para Sira, ¿cierto?
La sonrisa de él se congeló y luego se desvaneció.
-Ya dije que no me gusta lo dulce. Ah, claro, solo recuerdas los gustos de Sira. Con razón, no recuerdas los míos.
Dicho esto, dejó los cubiertos, limpiándose las manos con una servilleta y no volvió a tocar la pasta.
César guardó silencio. De pronto se levantó. Ella creyó que se enfadaría, pero él tomó el plato de pasta y lo tiró a la basura. (1)
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