Por que 228

Capitulo 228 

Capítulo 228 

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¿Solo porque César había visto esos mensajes que le había enviado a Celia? ¡¿Era necesario llegar tan lejos?! Al recordar algo, de inmediato llamó a Rocío. No obstante, esta vez, ella no contestó. 

Sira casi se volvió loca de la rabia. Después de considerarlo, se dio cuenta de que su única opción era ir a la casona de los Herrera. Después de todo, ¡su hijo todavía estaba allí! 

Tomó un taxi para llegar al destino e insistió en que los guardias le abrieran la puerta, diciendo que era la madre de Óscar. Como los guardias no conocían a Óscar y, pensando que era una intrusa, iban a echarla cuando Rocío apareció. 

-¡Rocío! -Sira la llamó con una sonrisa. 

Esperaba que Rocío, como siempre, la defendiera y la apoyara. Pero esta vez, la reacción de Rocío fue indiferente. 

¿Por qué estás aquí? -preguntó. 

Sira se quedó desconcertada. 

-Rocío, ¿qué te pasa? Vine a ver a Óscar. Te llamé, ¿pero por qué no me contestaste? 

Si fuera en el pasado, Rocío la habría recibido con gran entusiasmo, considerándola como su futura cuñada. No obstante, su actitud actual hizo que Sira se sintiera nerviosa. 

-se burló Rocío 

-Viniste a buscar a César, ¿cierto? No creo que hayas venido a ver a tu hijo — 

mirándola con desdén. 

-Rocío, ¿cómo puedes decir eso? 

Al ver los ojos enrojecidos de Sira, Rocío cruzó los brazos. 

-Deja de fingir. César ya me lo contó todo. Abusaste de Óscar, lo empujaste por la azotea y luego le echaste la culpa a la familia de Celia. ¡Nunca pensé que fueras tan cruel! 

Sira quedó petrificada. Al volver en sí, agarró su brazo bruscamente. 

-Rocío, ¿qué demonios dijiste? ¿Cómo es posible que yo haya empujado a mi hijo…? 

-¡Las heridas en sus piernas son la evidencia! -exclamó Rocío y se liberó con fuerza de su agarre 

–. ¡El niño es tu propio hijo! ¿Cómo pudiste hacerle algo tan cruel? ¡Eres tan horrible! 

-No es así, puedo explicártelo todo… 

-¡Basta de las excusas! Ya sospechaba de ti desde que te escuché hablando por llamada sobre deshacerte del bebé de Celia -dijo Rocío, ignorando las lágrimas de Sira. En su rostro se veía con 

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claridad la decepción. Ya no eres la Sira de antes. Te has vuelto terrible. No vuelvas a contactarme. 

Al terminat de hablar, entró a la residencia sin mirar atrás. Sira, desesperada, intentó seguirla para explicarse, pero los guardias la detuvieron. Pronto fue expulsada por la fuerza. 

Cuando la pesada puerta de hierro se cerró tras ella, quedó inmóvil y aturdida por un largo rato, incapaz de creer lo que había sucedido: César había investigado todo sobre ella. ¿De verdad quería acabar con ella por completo? 

Al pensarlo, una risa vacía y amarga escapó de sus labios. Un momento después, sus ojos también se volvieron aún más siniestros y sombríos. 

Detrás del gran ventanal panorámico, César observaba con expresión compleja cómo Sira se alejaba. Todas las pruebas que tenía en la mano demostraban que ella era la culpable. Y esas pruebas se las había entregado Alfredo… 

Qué ridículo, ¿no? No pudo evitar apretar los puños, arrugando los documentos que sostenía en las 

manos. 

Acababa de enterarse de que la muerte de Fabio no fue un accidente. Él mismo había contribuido a ella: la ambulancia no había llegado tarde por el supuesto accidente; en su lugar, había sido retenida 

deliberadamente. 

Cerró los ojos con impotencia. Al recordar la mirada desesperada y llena de odio de Celia, una opresión se apoderó de su pecho y le causó un agudo dolor en el corazón… 

-Jefe – Nicole se acercó tras terminar una llamada—. Cuando usted escapó de las manos de esos secuestradores, hubo aldeanos locales que los vieron. Estaba con una niña. Usted estaba en un estado inconsciente, pero ella estaba lúcida. El aldeano dijo que su nombre… parecía empezar con “S“. 

Al escucharlo, él rio, con profunda amargura. En sus ojos, se veía un destello de ira contenida. 

-¿Por qué…?–murmuró.