Capitulo 207
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Al ver que la punta afilada ya estaba a punto de clavar en su pecho, Celia forcejeó con todas sus fuerzas para liberar su mano. Las tijeras cayeron al suelo.
¡Estás loco!—gritó ella.
El sonrió, atravéndola hacia su pecho con um brazo, Mientras tanto, su mano acariciaba con ternura su mejilla.
Si me odias, sigue odiándome. Celia, fuiste tú quien eligió casarse conmigo. Incluso si te arrepientes, tendrás que aguantar las
consecuencias.
Todo el cuerpo de ella se tensó y, luego, él selló sus labios con un beso feroz. Ella se resistió, forcejeando. Él, ignorando el dolor desgarrador en su herida, la sujetó con fuerza y la empujó sobre la cama. Al ver su violenta resistencia, César la envolvió con
firmeza entre sus brazos.
No te haré nada -murmuró con su voz fatigada por el esfuerzo y el dolor.
Él no hizo ningún otro movimiento, pero ella percibió un ligero olor a sangre. Su mirada se posó en el vendaje: la gasa blanca ya mostraba una mancha roja.
-Celia. La voz de César era áspera, cargada de un dolor genuino-. Me… me duele mucho.
Ella se negó a mirarlo.
—Llama a un médico.
-Tú eres una doctora.
Ella guardó silencio y él tampoco dijo nada más. Hubo un largo silencio. De no ser por el sonido de su respiración, ella habría pensado que ese tipo había muerto. Ella se liberó de su abrazo y presionó el botón de llamada de la enfermera y salió de la habitación sin quedarse allí ni un momento más.
***
A la mañana siguiente, cuando César despertó, el vendaje de su abdomen había sido reemplazado por uno nuevo. Asumiendo que Celia lo había hecho, dejó escapar una sonrisa casi imperceptible: al menos, ella no había llegado a ser tan cruel.
Marta entró a la habitación con la empleada que llevaba la bandeja de comida, pero no vio a Celia.
-¿Dónde está ella? -le preguntó.
-¿A quién te refieres? -preguntó a propósito, con desdén-. Ah, ¿Celia? Se fue anoche. No se quedó a acompañarte.
Su expresión se ensombreció ligeramente.
-Ni siquiera se molestó en atender tu herida. Si la enfermera no hubiera entrado a revisar tu situación, ¿¡quién sabe en qué habrías terminado!?
Su semblante se oscureció por completo.
-¿No fue ella quien me vendó la herida?
La señora se sentó en el sofá junto a la cama, dejando de lado su bolso.
¿Aún esperas que ella te cuidara? ¡Con que no acabara contigo ya fue amabilidad!
César guardó silencio, sumido en sus pensamientos con una expresión impenetrable. Para ser honesto, no había esperado esa indiferencia de ella.
Capitulo 207.
Con el control remoto, Marta acercó la mesa del comedor a la cama. De pronto recordó algo y añadió:
-Tu abuela pidió a la clínica que suspendiera a Sira.
El hizo un breve gesto con la cabeza, mientras le respondía:
Lo sé.
Al ver que él no parecía tan preocupado por el asunto, decidió no seguir con el tema.
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Celia también se enteró de la suspensión de Sira, pero no estaba de humor para preocuparse por ella. Recuperó las escrituras de la casa que Rosa había escondido y, siguiendo el contacto que esta última había hecho antes de fallecer, concertó una reunión con los compradores al mediodía.
Era una pareja de mediana edad que quería establecerse en la capital, pero los precios de las viviendas nuevas eran demasiado altos, así que querían buscar una propiedad de segunda mano.
Originalmente, se habían contactado con Rosa. Cuando se enteraron de que no podría asistir a la reunión y que en su lugar verían a su hija, no tenían ningún problema.
-Señorita Sánchez, su madre ya nos mostró la casa la semana pasada. Sé que han vivido allí muchos años y la ubicación es excelente. ¿Están seguros de vendérnosla por trescientos mil dólares?
Una casa, en esta zona de la capital a este precio, es prácticamente un regalo de Dios.
Celia bajó la mirada y les respondió con voz serena:
-Es que necesitamos venderla rápido. Nos vamos de la capital en unos días.
-¿Por qué tanta prisa? ¿La propiedad tendrá algún problema…?
-No. Les explicó con calma-. Esta casa es propiedad de mi papá. Después de su fallecimiento, nuestros familiares han codiciado la propiedad, intentando por todos los medios apropiarse de ella. Mi mamá y yo no tuvimos otra opción. No queríamos que cayera en sus manos, así que decidimos venderla.
La pareja expresó su comprensión. Tras acordar el precio, aceptaron la transacción. Celia se despidió de ellos en el restaurante y observó cómo se alejaban. Cuando ella estaba a punto de irse, un camarero se le acercó y la detuvo.
-Señorita, el señor Suárez la invita a su salón privado.
Capitulo 208
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Capítulo 208