Capítulo 182
Celia fue a visitar a Rosa. Quien abrió la puerta fue una sirvienta. Antes de que pudiera preguntar, desde dentro se escucho la voz de Rosa.
-¿Quién es?
Rosa llegó a la sala y, al ver a Celia, se sorprendió.
-¿Celia?
Después de que la sirvienta se fue a hacer sus quehaceres, ella ayudó a Rosa a sentarse en el sofá.
-Mamá, ¿la han estado cuidando bien estos días? -le preguntó, preocupada.
-No te preocupes. César no me ha tratado mal. -Rosa se sentó sin prisa. Todos los arreglos de César habían sido apropiados. No obstante, por más que él organizara las cosas, ella no le estaría agradecida. 1
De pronto, al recordar algo, miró hacia la cocina y, tomando la mano de Celia, habló con ella en voz baja.
-¿De verdad nos iremos de la capital? ¿Y Carlos… podrá ir con nosotras?
Ella hizo un leve gesto con la cabeza como confirmación.
-Sí, todo está arreglado. Ya encontré una casa allá. -Consoló a Rosa.
Ella miró con nostalgia esa casa en la que había vivido durante mucho tiempo.
-Fabio nos dejó esta casa… Después de vivir aquí tanto tiempo, la verdad me da pena venderla.
Sin embargo, si no lo hacía, la familia Sánchez la codiciaría. Y, en la capital, ya no quedaba un lugar para ella. Quizás irse era la mejor solución.
Celía estaba a punto de decir algo, cuando recibió una llamada de César. Echó un vistazo a la pantalla, se levantó y se fue al balcón para atenderla.
-Hola, dime.
Esperaba que preguntara por Óscar, pero el tono del hombre fue plano.
-¿Estás en la casa de tu mamá?
-Sí, vine a visitarla.
-¿Desconfías de mis arreglos?
Celia apretó los labios, dudando.
-No–al final le respondió.
César pronunció un “hum“, luego continuó.
-Hoy fuiste a la casona. ¿Qué dijo la abuela?
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¿Qué más podría decir…? Ella guardó silencio por unos segundos antes de hablar con cautela.
-Creo que has malentendido una cosa.
Hubo un silencio incómodo. Ella inhaló profundamente para reunir el valor antes de decir la verdad:
-Ese día fui a la farmacia para comprar una prueba de embarazo y me la hice. Pero, no estoy embarazada.
El permaneció en silencio. De no ser por el leve sonido de su respiración, Celia habría pensado que había colgado.
-¿No estás embarazada? -preguntó para confirmarlo.
-No, no lo estoy -ella afirmó.
-¿Ya se lo dijiste a la abuela?
Su pregunta la dejó en silencio por un momento. César de repente se rio. Ella oyó el sonido de un encendedor y luego la voz en el altavoz.
-Si no estás embarazada, no pasa nada. Eso no significa que no lo estés después -dijo con calma, dando una calada-. Tengo todo el tiempo del mundo.
Celia apretó los puños. Sin darse cuenta, palideció.
-Pero tú prometiste que…
El colgó antes de que ella pudiera terminar. Al escuchar el tono del contestador, Celia apretó los dientes… ¡Si volvía a creer media palabra de César, sería una estúpida! 1
Celia cenó con Rosa antes de regresar a Villa Serenidad. Como de costumbre, César llegó a la casa muy tarde. Traía el saco colgado del brazo y se aflojaba la corbata al entrar a la habitación. Ante sus ojos, apareció una escena de tranquilidad que no había visto desde hacía mucho tiempo.
Celia, con una bata, estaba sentada frente al tocador aplicándose una crema. Parecía recién bañada. La bata de seda acentuaba su contorno. Su cabello largo estaba recogido con una horquilla. Mientras tanto, una luz amarilla cala sobre ella, mostrando una belleza casi irreal.
César se incliné y la abrazó por detrás.
-¿Esta noche te quedarás en esta habitación?
Ella lo miró en el espejo.
-¿Si duermo en la habitación de invitados, no me tocarías?
-Por fin lo entiendes.
César mostró una sonrisa de alegría casi imperceptible. Enterró su cara en el cuello de ella para besarla, mientras
murmuraba.
-Ven conmigo al baño.
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Capitulo 182
Ella no le respondió, pero él la levantó en brazos y entró al baño.
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De vuelta en la cama, ella no quería mover ni un dedo. Dejó que César la abrazara mientras la oscuridad los rodeaba. De espaldas a él, abrió los ojos. Con voz ronca, le preguntó:
-Tu no querias que yo tuviera tu hijo, ¿no?
César no esperó esa pregunta. La miró durante un largo rato antes de responderle.
-Es hora de tener uno.
Dijo: “es hora“, y no “quiero“…
Celia no dijo nada más. Lo que él no sabía era que ella había tomado anticonceptivos de larga duración. No era que hubiera cambiado de idea, sino que había aceptado la situación. Total, lo único que César deseaba era su
cuerpo.
Entonces, planeó usar esos catorce días restantes para que él bajara la guardia, incluso si eso significaba acostarse con él algunas veces más, ya no le importaba. Ella no perdía nada más haciéndolo.
A la mañana siguiente, Margarita estaba organizando la basura en la cocina, cuando vio una caja de medicamentos en la basura. Al principio pensó que alguien estaba enfermo, pero al sacarla, se quedó sorprendida: era una caja de anticonceptivos.
César salió del dormitorio abrochándose los puños de la camisa. Parecía de mejor humor que de costumbre.
-¿Qué estás mirando?
Margarita se sobresaltó, sin saber cómo responderle. Él se acercó. Estaba a punto de leer la caja de pastillas, cuando Celia se abalanzó y lo abrazó por detrás.
-¡César!
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