Sira había estado seis años en el extranjero, por lo tanto, tenía un nivel alto en inglés. Frente a los elogios, no mostró falsa modestia. Su mirada se puso en Celia, quien estaba entre la multitud, alzando la barbilla con orgullo, como si quisiera decirle que, aunque su origen fuera ordinario, su excelente formación atraería más atención que la suya.
Además, el doctor Adler era de Montelva. Estaba segura de que captaría más su atención que cualquier otra persona presente. Rocío no entendía nada de neurocirugía, pero al escuchar a todos elogiando a Sira, su mirada hacia ella se llenó de admiración.
-César, ¿lo ves? Te dije que era excelente.
Dicho esto, lanzó una mirada despectiva a Celia.
-No como algunas sinvergüenzas, que ocupan un puesto sin aportar nada.
Ella no le hizo caso. Al ver esto, Sira sonrió con fingida amabilidad. 1
–Rocío, no digas eso. Cada uno tiene su especialidad. Celia es la mejor cirujana de neurocirugía. Debe tener más experiencia que yo.
-Ella solo es una licenciada. Probablemente, ni siquiera hable idiomas extranjeros. ¿Cómo puede compararse contigo? -Rocío, por supuesto, era despectiva. Total, la despreciaba, sin importar lo que fuera.
La expresión de Ben se ensombreció. No sabía por qué, pero al escuchar las difamaciones hacia Celia se puso irritado. Miró a César, pero este permanecía en silencio. ¿Así era el llamado esposo de Celia? En ese momento, le dolía el trato que recibía Celia en la familia Herrera.
Un asistente se acercó al doctor Adler y le susurró algo al oído. La expresión del señor se volvió de decepción.
-Señorita, aunque conoce muy bien la investigación sobre trasplante de células madre neurales, las características de investigación que mencionó fueron publicadas hace diez años. No sé si ha leído ese artículo.
La expresión de Sira se tensó. Por supuesto que lo conocía. Pero, cuando salió ese reporte en el círculo académico, no fue adoptado por los expertos en medicina, por lo que no causó ningún impacto y era poco conocido. ¡Pero no esperaba que alguien lo supiera!
Sin embargo, ya habían pasado diez largos años. El doctor Adler se dedicaba con ahínco a la investigación de trasplante de células madre neurales. Si el autor original lo supiera, ya habría salido a la luz. Quizás esa persona ni siquiera sabía que el artículo sería reconocido por el doctor Adler…
Sira bajó la mirada y sonrió, con aparentada modestia.
-No imaginaba que usted conocería ese artículo. Es un honor.
-¿Es la autora de este artículo?-preguntó el doctor, con sorpresa.
Sira se acomodó con timidez el cabello detrás de la oreja. Aunque no respondió, lo admitió tácitamente. Cuando todos se quedaron impresionados ante la capacidad de Sira, entre la multitud surgió una risa. Todas las miradas se posaron en Celia. César también la miró, pero con un poco de disgusto. Ni siquiera se reía así frente a él…
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Capítulo 176
-¿Celia, de qué te ríes?-Rocío la fulminó con la mirada.
Ella cruzó los brazos, sonriendo.
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–Disculpen, es que no pude contenerme. -Su mirada se encontró con la de Sira, alzando una ceja-. Señorita Núñez, ¿de verdad escribió usted ese artículo hace diez años?
Ella se sintió nerviosa por un segundo y apretó las manos en secreto. ¿Qué quería decir Celia? ¿Lla estaba cuestionando? Pero ese artículo se publicó de forma anónima. Mientras el autor no apareciera, nadie lo sabría. En el peor de los casos, cuando el autor apareciera, lo resolvería con dinero.
-Es cierto que hace diez años publiqué un artículo sobre trasplante de células madre neurales en Medicina Sin Límites. En ese entonces, mis ideas eran demasiado avanzadas, por eso no fueron aceptadas -Sira dijo, con aparente “fundamento“, como si ese artículo fuera suyo.
Rocío se rio con frialdad. Sin importarle la ocasión, se burló de Celia.
-¡Creo que estás celosa porque Sira te robó la atención! Ella es una maestra repatriada. ¿Y tú qué eres? ¿Cómo te atreves a compararte con ella?
-¿Una maestra que apenas ha atendido pacientes? Claro, nunca me compararé con ella -Celia estaba tranquila ante la provocación—. Pero, tengo mucha curiosidad. Ese artículo se publicó de forma anónima. Cualquiera que lo haya leído conoce su contenido. Pero, ¿cómo se puede confirmar que ella es la autora?
Rocío, impaciente, refunfuñó:
-¡Pero tú tampoco lo sabes!
Celia sonrió, guardando silencio. No solo lo sabía, sino que cuando publicó ese artículo, su mentor había revisado sus conclusiones. Si su mentor estuviera presente, estaría tan furioso que comenzaría a regañar a esas despreciables.
Cuando el doctor Adler iba a decir algo, César habló en inglés sin prisa y con naturalidad.
-No debemos desperdiciar el tiempo de este evento importante en un artículo anónimo. Además, ella aún recuerda con claridad el contenido de este artículo después de diez años. El hecho ya nos ha dado una explicación.
El cuerpo de Celía se tensó y su expresión también se ensombreció. Las palabras de César tranquilizaron a Sira, llenándola de regodeo. Sentía como si él le hubiera dado su verdadero reconocimiento.
Rocío le dirigió a Celia otra mirada desafiante, diciendo en inglés:
-Ya dije que no entiende idiomas extranjeros. Si los entendiera, habría refutado cuando Sira estaba exponiendo sus opiniones.
Si no entendía idiomas extranjeros, ¿cómo podría tener relación alguna con ese artículo? La sonrisa en los ojos de Síra se amplió. En su interior, incluso comenzó a compadecerse de Celia. “No debiste competir conmigo“, pensó ella.
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