Capítulo 163
-¡No intimiden a mi niña!
De pronto, Nieve salió corriendo, golpeando a Macarena y Rocío con la muñeca que tenía en las manos.
-¡Señora Rojas! -La detuvo Celia, tomándola del brazo.
-¡Puaf! ¡Son mujeres malas, mujeres malas! -Ella seguía golpeándolas.
Rocio y su madre retrocedían por los golpes. La primera, sin poder soportarlo más, gritó con ira:
-¿Estás loca o qué? ¿Qué clase de enfermedad tiene?
-Señorita, sea más respetuosa con mi madre. Aunque te apellidas Herrera, no te tengo ningún miedo —dijo
Ben.
Aunque aún conservaba su tono educado, en ese momento, ya emanaba un poco de frialdad. ¿Su mamá…? Al escucharlo, Rocío palideció.
-¿Ella… es Nieve? -preguntó con incredulidad.
Macarena también vio, por primera vez, a la tan comentada señora Rojas y quedó impresionada por su belleza: esa mujer tenía casi la misma edad que ella, rondaba los cincuenta, pero tenía una belleza que ni el tiempo había logrado desgastar. Sus rasgos faciales eran exquisitos, teniendo una hermosura natural.
Siempre había oído decir que la madre de Ben tenía problemas mentales. Pero, aun así, había logrado ser la única en el corazón de Samuel Rojas.
Años atrás, había un rumor en los círculos de alto nivel de la Ciudad de Ficus. Dijeron que un magnate, al ver que Nieve era hermosa y además tenía problemas mentales, había intentado abusar de ella. Al día siguiente, ese hombre desapareció sin dejar rastro.
A partir de ese día, nadie del círculo se atrevía a faltarle el respeto a Nieve. Aunque tuviera una condición mental, su esposo la amaba, su hijo la adoraba y hasta sus suegros nunca la despreciaron.
Antes, Macarena creía que solo eran rumores exagerados, pero, al verla, lo creyó sin más dudas.
-Señora Rojas, ha sido un malentendido. Rocío y yo nunca hemos tenido malas intenciones -explicó ella con suavidad, mientras intentaba acercarse a Nieve.
Pero antes de que pudiera avanzar, ella volvió a tomar otro juguete de la tienda y se lo lanzó.
-¡Aléjate de mí, mujer mala! ¡Molestaste a mi niña! ¡No me gustas! -gritó agitada.
Cuando Nieve les había lanzado todos los juguetes que tenía de cerca, Celia la detuvo con calma.
-Señora, tranquila, ya no lance más juguetes.
No era que quisiera ayudarlas, sino que esas acciones violentas eran un mal hábito. No quería que Nieve aprendiera eso. Con esas palabras, ella se tranquilizó de inmediato. Abrazó a Celia y se quejó:
-Niña, no me gustan ellas. ¡Sácalas de aquí!
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Una sombra de indignación oscureció el semblante de Macarena, pero solo se atrevió a enojarse en silencio. Conteniendo sus emociones, se disculpó.
-Disculpen las molestias causadas. Vendremos a visitarlos otro día.
-Mamá…
A Rocio aún le daba pena irse, pero Macarena la fulminó con la mirada. Quería decir algo, pero no se atrevió, sintiéndose muy frustrada. Al final, decidió echar toda la culpa a Celia.
Poco después de que se fueron, Ben y Celia acompañaron a Nieve de vuelta a su habitación en la clínica. Al mirar al reloj, ella se dio cuenta de que eran las dos de la tarde.
-Señor, debo regresar al hospital.
-Yo te llevo. Se ofreció Ben.
-¿Y tu mamá…?
-Querido Ben, ¡nunca la intimides! -Nieve apareció de repente detrás de Ben y le dio un golpecito en la cabeza.
Celia no pudo evitar reír por esa escena llena de cariño, mientras Ben ponía una expresión de resignación.
-Mamá, ¿parezco ese tipo malvado? -Sonrió él con enojo fingido.
Nieve suspiró levemente, luego, tomó la mano de Celia. Parecía saber que ella se iba a ir, y sus ojos estaban llenos de nostalgia
-Mi niña, ¿volverás a verme?
Sin razón aparente, al verla así, a Celia le dolió un poco el corazón. Tomó con cariño la mano de Nieve y, con voz suave, la consoló.
-Si me extraña, llámeme y apareceré.
Los ojos de la señora brillaron de alegría. ¿Ella entendía las palabras de Celia? Ben notó ese detalle. Observando la escena, se sumió en sus pensamientos.
Al regresar a la residencia, Rocío, sin poder contener su furia, descargó su ira destrozando todos los muebles. Cuando Macarena entró a la casa y vio la sala hecha un desastre, seria, se acercó.
-¿Destrozar cosas hará que Ben te vea con mejor cara? ¿Cómo pude dar a luz a una tonta como tú?-La reprendió con furia.
-¡Mamá! ¡Soy tu hija! ¿Cómo puedes decirme eso?
Desde pequeña, Rocío había tenido todo lo que quería y nunca permitió que nadie la desafiara, mucho menos que sus padres la reprendieran así. Luego, Macarena se sentó en el sofá.
-Si no fueras mi hija, ni me molestaría en preocuparme por todo este problema. ¿No sabes qué antecedentes tiene la familia Rojas? ¿De verdad crees que no tienen otras opciones aparte de ti?
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Capítulo 163
Inhaló profundamente para contener la ira antes de continuar.
-Ya te dije que controlarás tu temperamento, ¿me has hecho caso? ¿En serio crees que por llevar el apellido Herrera puedes hacer lo que te da la gana? ¿Aparte de nosotros, quién más te consiente?
Rocío se atragantó, sin saber qué decir. Hizo un puchero de descontento y luego se sentó junto a Macarena.
-Mamá, lo siento… Es solo que… que no me da gusto. ¿Por qué esa arrastrada lo tiene todo? -se quejó.
-Porque es más madura e inteligente que tú. Todos estos años, tu abuela le ha tenido mucho cariño. ¿No lo sabías o solo lo fingías?
Las palabras de su mamá hicieron que los ojos de Rocío se enrojecieran, llenos de lágrimas. Simplemente, no entendía por qué. Ella era su nieta, pero Valeria siempre mostraba preferencia a Celia, una forastera de los
Herrera.
Al ver que no respondía, Macarena supo que había sido demasiado dura con su hija. Le acarició la cabeza con suavidad y la consoló.
-Cariño, es por tu bien. Si quieres casarte con él, tienes que hacer lo que te digo. De lo contrario, toda la vida estarás por debajo de César y tu tía Marta se reirá de nosotras.
Rocío apretó los labios.
-Ya entiendo, mamá…
-Pero, no te preocupes. Sea el método que sea, encontraré la manera de hacer que él no tenga más opción que aceptarte —dijo Macarena, tomando las manos de su hija. Así, un plan comenzó a formarse en su mente.
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