Capitulo 158
Capítulo 158
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Después de la muerte de su esposo, Celía era su único sustento en la vida. Por un lado, deseaba que Celia encontrara a sus padres biológicos, pero por otro lado, tenía mucho miedo que Celia los abandonara. Incluso ella misma se creía una persona egoísta… Se sintió avergonzada por esos pensamientos.
Celia no percibió sus verdaderas intenciones.
-Hablando de eso, el señor Rojas una vez me salvó. Me desmayé por un golpe de calor en la calle y fue él quien me llevó al hospital. Si no, me habría atropellado un auto.
Rosa se sorprendió, luego sonrió aliviada.
-Eso es la magia del destino.
Al pensar en ese suceso, su sonrisa se apagó al instante.
-Ojalá yo también tuviera esa suerte de encontrar de nuevo a mi hija. Después de todos estos años, ya no sé dónde estará y cómo le irá…
Al notar la profunda tristeza de Rosa, Celia se levantó y se le acercó.
—Mamá, ¿quieres encontrarla?
-Claro, espero verla todo el tiempo. —Rosa suspiró resignada-. Pero ni siquiera sé cómo se verá ahora.
Celia se humedeció los labios. La hija biológica de Rosa, que fue vendida, debería ser solo varios años mayor que ella. Si pudiera ayudar a Rosa a encontrar a su hija biológica, eso sería también algo bueno.
-Mamá, cuando la diste a luz, ¿le diste algo? Me refiero a algún objeto especial o algo por el estilo. ¿O tenía alguna marca de nacimiento? —le preguntó a Rosa con cierta curiosidad.
Rosa se quedó pensativa por unos segundos. Bajó la mirada y murmuró:
-Solo recuerdo que tenía un lunar rojo en la muñeca…
***
Al mediodía, Celia regresó a la clínica. Al pasar por la recepción, una enfermera la llamó. Se le acercó y la enfermera le entregó un ramo de rosas azules.
-Doctora Sánchez, esto es un regalo del señor Suárez–le dijo.
-¡Dios mío, doctora Sánchez! ¿Alfredo Suárez la está cortejando?
Otras enfermeras también se agruparon a su alrededor, con sus ojos llenos de envidia.
Celia suspiró con imponencia. Como era un regalo de Alfredo, no podía rechazarlo. Solo podía aceptar con agrado las flores. Dentro del ramo había una tarjeta y una pequeña caja cuadrada de joyería. En la caja se veía el logo de Cartier y la tarjeta decía: “Para mi querida Celi“.
Bueno, esa frase sonaba al estilo de Alfredo… Pero él sabía a la perfección que aún no se había divorciado…
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Capítulo 158
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Sira, con los brazos cruzados, estaba de pie frente a la puerta de la oficina, observando la escena con una sonrisa de triunfo. Al recordar algo, le envió un mensaje a César.
Al anochecer, cuando Celia salió del hospital, vio a Alfredo deambulando afuera, con un semblante de preocupación. Dudó por unos minutos y se le acercó.
-Alfredo–lo saludó.
Él la miró. Dudando, pero al final le explicó con cierta dificultad:
-¿Celi? Lo siento por lo de hoy. Sé que te causó molestias. Ese ramo y la joya no son mis regalos.
Celia quedó impactada.
-¿No fuiste tú?
-No, fue de una amiga mía.
Al mencionarlo, un destello de frialdad cruzó por sus ojos, pero con sutileza lo ocultó.
-Sabe que me gustas. Fue una idea tonta que tuvo por su cuenta. No soy ese tipo de persona sin tacto. Tú y César aún no se divorcian. Si te enviara flores en público, no me importan los comentarios críticos de la gente, pero perjudicarían en gran manera tu reputación.
Todas sus consideraciones eran por ella. En Alfredo, siempre podía ver respeto, cuidado y una profunda preocupación por sus sentimientos. Era difícil no sentirse atraída por un hombre así. Si desde el principio no hubiera amado a César, quizás se habría enamorado de Alfredo.
-Alfredo, gracias. Siempre piensas en saber cómo me siento.
-¿No estás enojada?
Ella lo negó.
-Ya me lo explicaste.
-Entonces, si te lo explico, ¿me crees? -Se sorprendió Alfredo, con voz ronca.
Celia respondió sin dudarlo dos veces:
-Claro.
Alfredo guardó silencio. Su corazón, al principio indiferente, pareció ser conmovido por algo. Ahora incluso sintió una agitación en el pecho. Percibió la sinceridad en los ojos de Celia, por la sensación de culpabilidad, él evitó al instante su mirada. Ocultó todos los sentimientos que sentía con una sonrisa amarga.
Celia, para ser honesto… eres demasiado confiada.
-Sea como sea, me has ayudado tantas veces. En mi corazón, ya eres mi amigo. Por eso estoy dispuesta a creerte en cualquier momento.
Alfredo guardó un prolongado silencio. Aunque solo fuera diferente con él porque la había ayudado, en este momento, él… vaciló.
Capítulo 158
Alfredo llevó a Celia de vuelta a casa y, después de verla entrar, le envió un mensaje a Sira.
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“Si no quieres arruinar la cooperación, deja de actuar sin mi permiso. De lo contrario, te aseguro que ni siquiera podrás entrar a la familia Herrera“.
Sira, que estaba en el pabellón de Carlos, se enfureció al recibir el mensaje. Sin embargo, aún necesitaba a Alfredo, por lo que no podía romper la relación entre ellos.
“Te interesa ella, ¿no es así? Solo te estaba ayudando“.
“Eso no es asunto tuyo“.
Sira gruñó con desprecio y apagó la pantalla. Esos dos hombres estaban todos ciegos. Celia solo era un poco más bella que ella, ¿en qué más se comparaba con ella? Cuando conquistara a César y se convirtiera en su esposa, ¡lo haría arrastrarse a sus pies!
***
Mientras tanto, Rosa estaba ocupada en la cocina cuando sonó el timbre de la puerta. Como no podía dejar lo que estaba haciendo, gritó a todo pulmón:
-¡Celia! Suena el timbre. Ve a abrir la puerta, ¿de acuerdo?
-¡Ahora mismo!
Celia bajó las escaleras corriendo, pero tan pronto abrió la puerta y vio al hombre parado afuera, su expresión se ensombreció enseguida. Intentó cerrar la puerta.
El hombre le impidió hacerlo, mirándola con intensidad.
-¿No soy bienvenido?
-¡Basta! -Celia quiso enfurecerse, pero con rapidez se contuvo y bajó la voz-. ¿Por qué estás aquí?