Capítulo 157
Celia retiró la mirada. Hizo como si no lo hubiera visto y pasó a su lado con total naturalidad.
César apretó con fuerza los labios. Extendió la mano y agarró su muñeca, Juego la jaló hacia atrás. Por suerte, ella logró mantener el equilibrio después de ese tirón y evitó caer contra su pecho.
—¿Ahora en casa ni siquiera me saludas? -dijo él, descontento.
Celia quedó perpleja por unos segundos.
-César, ¿no tienes nada más que hacer? ¿Por qué dijiste esas palabras tan estúpidas?
Antes, cada vez que lo veía, siempre ansiaba acercarse a hablarle un poco más, pero él nunca le había hecho caso, ¿no era así? Qué hombre más extraño… Antes la ignoraba por completo, ahora que ella ya no quería nada con él, ¿ buscaba conversaciones tontas?
-Ha salido el resultado de la investigación -dijo César.
Su mirada se posó en la expresión indiferente de Celia. Mostró una señal clara de descontento, pero su tono seguía siendo suave.
-Celia, sé que tienes algo contra Sira. Pero todo lo ocurrido terminará aquí. Si no te agrada, le pediré al director que la traslade al Departamento de Medicina Interna -propuso él.
Sería la mayor concesión que estaba dispuesto a hacer.
Celia sintió un nudo en el pecho y con dolor la amargura invadió su corazón.
-César, por Sira, te has esforzado demasiado, ¿no crees?
Él entrecerró los ojos.
-Dijiste que no interferirías en los resultados. ¿Y ahora qué? Ella salió ilesa -se burló Celia de su falsedad.
-Celia -César la miró de arriba a abajo-, no interferí en los resultados. ¿Qué te hace pensar que fue ella quien lo hizo?
Celia enfrentó la mirada de César. Con los ojos enrojecidos, sonrió.
-Desde que empezó a tenderme trampas una y otra vez. Tú solo crees en sus palabras. ¿Alguna vez has confiado en mí? ¿Puedes garantizar que ella no supo nada de lo que pasó esa vez en la cena de negocios, cuando casi me violaron? Fue una cena tan importante, ¿pero por qué se solucionó tan fácil con una excusa tan ridícula, diciendo que se había equivocado del número del salón?
Después de una pausa, ella continuó:
-Y cuando ella se cayó por las escaleras. Los vídeos de las cámaras probaron mi inocencia, pero tú sigues creyendo que ella era la víctima, ¿no es así?
La expresión de César se tornó sombría y guardó silencio. Celia borró su sonrisa, mirándolo con indiferencia.
-En cuanto a lo del anestésico, cualquiera con ojos sabe que una novata no se atrevería a cambiar el
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medicamento. ¿Quién sabe si los resultados de la investigación representan la verdad? Pero, incluso si el resultado la acusara, tú igual la protegerías, ¿cierto?
Dicho todo esto, ella se liberó de su agarre y se fue con determinación. César permaneció de pie en la orilla del estanque, observándola alejarse con una calma indescriptible.
***
Dos días después, Celia acompañó a Rosa a visitar a Carlos en la clínica. En la entrada, se encontraron con Ben y Jacob.
-Señor Rojas–Saludó Celia.
Ben le respondió con una sonrisa y su mirada se posó en Rosa.
-¿Esta señora es su madre? —le preguntó a Celia.
Ella lo confirmó y luego se volteó hacia Rosa para presentárselo.
-Mamá, él es el señor Rojas. Los que están cuidando a Carlos en la habitación son sus guardaespaldas.
Rosa comprendió enseguida y le agradeció a Ben con amabilidad. Pero, a Ben le parecía distante esa actitud formal de Rosa.
-No se preocupe. A mi madre le cae bien Celia. Durante un tiempo, incluso necesité de su ayuda para cuidarla. Es normal hacerle este pequeño favor.
Jacob observó fijamente a Rosa durante un buen rato porque, de alguna manera, ella le resultaba familiar, como
si la hubiera visto antes.
De repente, recordó todo: cuando la señora Rojas buscaba con desesperación su muñeca por todo el edificio de la clínica, Rosa fue la persona que se topó con ella.
-Señora, ¿resulta que es la madre de la señorita Sánchez? -Se sorprendió demasiado.
Cuando Jacob habló, Celia y Ben le dirigieron al mismo tiempo las miradas. Rosa también recordó lo sucedido
días atrás.
-Ah… usted…
-Lo siento por las molestias causadas por nuestra señora. -Se disculpó con cortesía. Luego, se volteó para explicarle a Ben lo sucedido aquel día. Él ya lo había oído, pero no esperaba que la coincidencia fuera tan grande.
-¿Esa señora… era su madre?-le preguntó Rosa a Ben, mirándolo.
Él sonrió con un aura elegante innata.
-Exacto, señora.
Rosa, sumida en sus pensamientos, miró asombrada a Celia.
Después de una breve charla con Ben, Celia le prometió que, una vez que terminara el trabajo, iría a acompañar a la señora Rojas. Ben, naturalmente, estuvo de acuerdo con alegría. Después de despedirse de Ben, ella acompañó
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a Rosa de regreso a la habitación de Carlos.
Rosa se sentó al borde de la cama masajeando a Carlos, pero parecía estar distraída. Celia le trajo agua caliente y la vertió en una taza con un poco de agua fría hasta que la temperatura fue la adecuada. Empapó una toalla, la escurrió y se la entregó a Rosa. Ella, perdida por completo en sus pensamientos, no la tomó
-Mamá–Celia la llamó.
Rosa volvió en sí asustada, tomó la toalla con una sonrisa avergonzada y empezó a limpiar a Carlos. Celia se sentó frente a ella, observándola con detenimiento.
-Mamá, ¿qué ocurre?-preguntó-. Parece que desde hace rato has estado distraída.
-No… no es nada, cariño–Rosa evitó su mirada-. Es que no sabía que se conocían.
No sabía muy bien cómo decírselo, pero Celia ya había conocido a esa señora. De hecho, Rosa quería saber la opinión de Celia. Y si esa mujer era su madre biológica, Celia podría reunirse con su familia. Eso sería el mejor resultado.
No obstante, al mismo tiempo, le preocupaba… Le preocupaba que, al reunirse con su madre biológica, ella la abandonara al igual que a Carlos.