Capítulo 130
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Ana corrió escaleras abajo. Cuando llegó, sus piernas aún temblaban. Se debatía internamente sobre si debía contarle a Celia lo que había escuchado. Si no lo hacía, su conciencia la atormentaría; pero, si lo hacía, pondría en peligro su propia seguridad….
Justo cuando iba a marcar el número con el celular, una figura apareció detrás de ella como una sombra, arrebatándole el dispositivo de las manos.
Al reconocer a Sira, la cara de Ana perdió al instante todo el color.
-Maldita, ¿quieres contarle todo a Celia?
Ana temblaba como una hoja, sin atreverse a responderle. Sira le devolvió el celular con una leve sonrisa amenazadora.
-Puedes decírselo, claro. Pero piénsalo bien… ¿cuáles serán las consecuencias de actuar en mi contra en la clínica?
Se inclinó hacia ella con una sonrisa siniestra.
-Si quieres seguir trabajando en el círculo médico, más te vale aprender a ser lista. En este mundo, si no tienes ni trasfondo ni alguien que te respalde… debes hacerte la sorda.
Hizo una pausa antes de continuar.
-Además, dime… ¿qué te dará a cambio de tu ayuda? ¿Y qué ganarás tras todo esto? Tontita, debes pensar solo por tu propio bien. Esta es una regla del mundo.
Antes de que Ana pudiera reaccionar, Sira le dio una palmadita en el hombro.
-Reflexiónalo bien. ¿Prefieres aliarte conmigo… o con alguien que quizá nunca regrese a la ciudad?
Dicho esto, se alejó con paso firme, sin mirar atrás. Apoyada contra la pared, Ana se dejó caer al lentamente al suelo. Sentía un zumbido en los oídos, esas palabras satíricas pero terriblemente realistas de Sira repetían una y otra vez en su mente…
Al otro lado de la ciudad, Marta, al ver las noticias en las redes sociales de la mañana, no tardó nada en hablar con Celia.
En la sala de estar, una vez que los sirvientes se retiraron, Marta empezó a reprenderla con furia.
-¿Qué diablos está pasando entre tú y César? ¡Primero los rumores sobre él, ahora sobre ti! Aunque sea un matrimonio secreto, jeso no les da derecho a comportarse como los irresponsables! ¿Qué pensará la gente que sabe de su relación?
-Lo siento, no volverá a… -Se disculpó Celia instintivamente, pero de repente se interrumpio.
Recordó de pronto que ya no habría un “próxima vez“… Cambió de inmediato de táctica.
-No habrá una próxima vez.
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Capítulo 130
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-¿¡Y crees que debería haberla!? -Marta, cegada por la ira, continuó gritando-: ¡Mi madre me culpará por errores suyos! ¡Dirá que soy incapaz de educar bien a mi propio hijo, y mucho menos a mi nuera!
-Mamá, ¿por qué está tan alterada hoy? –Sonó la voz serena de César.
Entró en la sala de estar con calma. Celia lo miró y entrecerró ligeramente los ojos.
¿Y tú tienes el descaro de preguntármelo? ¿Están conspirando para volverme loca? –Marta lo replicó sin piedad.
-Son solo habladurías de medios sin escrúpulos–le explicó César, parado junto a Celia, tomándola del brazo para atraerla hacia su pecho-. Ni siquiera yo estoy molesto, ¿por qué lo estaría usted?
Celia se tensó por su agarre. Intentó liberarse dándole un ligero empujón, pero sin éxito. Marta los observó con una mirada penetrante antes de sentarse en el sofá y servirse café.
-Si no fuera por el temor a que tu abuela me culpe, no perdería mi tiempo con ustedes.
César rodeó los hombros de Celia.
-Entonces, nos retiramos, mamá.
—Lárguense —murmuró Marta sin levantar la vista.
César se llevó a Celia. Mientras tanto, Marta alzó lentamente la cabeza y dejó de lado la taza, con una expresión llena de confusión: ahora ya no podía leer la verdadera actitud de César hacia Celia… Al salir de la villa, Celia se separó de él de inmediato. La repentina ausencia de su calor hizo que César clavara en ella una mirada cargada de descontento.
-Señor Herrera, en el futuro, si necesita que actúe frente a su familia, por favor, avíseme con antelación. No quiero ningún malentendido innecesario.
Justo cuando iba a marcharse, él la detuvo con un leve tirón para atraerla hacia sí. Ella se vio obligada a mirarlo.
-¿Malentendido? ¿A qué te refieres exactamente?
