Capítulo 127
Capítulo 127
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Rosa permaneció petrificada durante varios segundos, incapaz de procesar lo que estaba viendo. En ese preciso instante, Jacob apareció corriendo con varios miembros del personal médico.
-¡Señora! —gritó él, visiblemente preocupado.
Los enfermeros se apresuraron a separar a Nieve de la atónita Rosa.
-¡Quiero a mi niña! —Lloriqueaba Nieve mientras forcejeaba.
-¡Aquí está! Señora, ¡mire!
Jacob sacó rápidamente la muñeca que llevaba consigo y se la entregó a Nieve. Al ver la muñeca, ella se tranquilizó inmediatamente, abrazándola con fuerza contra su pecho como si temiera que alguien se la arrebatara de nuevo.
No temas, mi amor… Soy tu mamá… Te protegeré… —murmuraba ella mecánicamente.
Jacob se secó la frente con la mano, aliviado por haber evitado un incidente mayor. Al notar la expresión de susto en la cara de Rosa, se le acercó para disculparse.
-Mil perdones por el susto, señora. Espero que ella no la haya asustado demasiado.
Rosa finalmente volvió en sí, parpadeando varias veces antes de poder articular palabra.
-Ah… No se preocupe… Estoy bien -respondió algo aturdida, meneando la cabeza.
-Menos mal… -Suspiró Jacob relajado, luego ordenó a las enfermeras-: Por favor, llévenla de vuelta a su
habitación.
Ellas conversaron con Nieve tratándola como a una niña pequeña. Tras unos minutos, finalmente lograron convencerla y la guiaron con cuidado hacia el ascensor.
Solo cuando el grupo desapareció tras las puertas del ascensor, Rosa pudo recuperar la compostura, aunque su corazón aún latía con fuerza en su pecho.
En ese momento, Fabio salió del cuarto de Carlos para buscarla, ya que ella se había ido del pabellón durante mucho tiempo. Al verla inmóvil en el pasillo, le preguntó confundido:
-¿No ibas a buscar agua caliente? ¿Qué haces ahí parada como una estatua?
Ella no le respondió. Fabio se le acercó.
-¿Qué ocurrió?
-Fabio… acabo de ver… a una mujer… -tartamudeó Rosa.
-¿Qué mujer? -preguntó él con impaciencia-. Apúrate con el agua o Carlos terminará oliendo como una
morgue.
Rosa tomó aire antes de continuar.
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Capítulo 127
-Esa mujer se parece muchísimo a Celia… ¿Crees que podría ser… su madre biológica? -murmuró.
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Si Celia podía reunirse con sus padres, se sentiría alegre por ella. Pero, tras pasar más de veinte años juntos, Rosa ya la consideraba casi como su propia hija, aunque ella no la había tratado con tanto cariño como lo que hacía con Carlos.
Fabio soltó un bufido de incredulidad.
-¡Deja de decir tonterías! No cada parecido físico indica parentesco, ¿vale? El mundo está lleno de personas con rasgos similares.
Sin esperar respuesta, le arrebató la palangana de las manos.
-Si vas a perder el tiempo con fantasías, mejor voy yo.
Mientras tanto, Celia había regresado a Villas Serenidad cuando recibió una llamada inesperada de Alfredo.
—¿Alfredo? ¿En qué puedo ayudar? —dijo al contestar. 1
-¿No estás en la oficina? ¿Te transfirieron? —le peguntó con voz cálida al otro lado de la línea.
Celia no respondió su pregunta directamente.
-¿Estás enfermo?
En el hospital, Alfredo firmaba el registro de visitas en la enfermería mientras hablaba:
–No, un amigo se fracturó la pierna y he estado aquí para visitarlo. Pensé en pasarme por tu consultorio, pero me dicen que no vas a estar en tu oficina en estos días.
-Ah, sí… estoy suspendida. -Admitió ella-. De todos modos, pronto me trasladarán. Lo considero como unas vacaciones forzadas.
-Perfecto. Entonces, ¿cenamos esta noche?
Celia se detuvo frente al ascensor, considerando la oferta.
—¿Tú pagarás la cuenta?
-Claro…
-Entonces, no voy. Siempre termino dejándote pagar. Mi conciencia no lo permite.
Alfredo echó a reír a carcajadas.
-¡Está bien! Esta vez pagas tú. No te quitaré la oportunidad.
-¿No me estarás engañando de nuevo? -Sospechó ella, murmurando.
Alfredo escuchó sus murmullos y sonrió impotente.
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Capítulo 127
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-Te lo juro… si llego a tocar la billetera, ladraré como perro en pleno restaurante–prometió solemnemente. Del altavoz Celia escuchó unas risas femeninas, seguidas del regaño juguetón de Alfredo.
-¡Nada de reírse! El espectáculo es solo para Celia.
Celia finalmente cedió, sonriendo.
-Muy bien. Nos vemos por la noche. (1)
-Envíame la ubicación.
Al colgar, Celia entró en el ascensor.
***
A las siete, Celia llegó con anticipación al restaurante donde había reservado una mesa. Poco después, Alfredo también apareció. Su mirada recorrió todo el espacio y localizó de inmediato la silueta de Celia, que estaba al otro lado de la multitud. (1)
Él se vestía una camisa hawaiana de seda estampada, cubierta por una chaqueta de traje blanca. Solo alguien con su porte podía llevar estas prendas sin parecer un gángster… En lugar de eso, ahora emanaba el aura de una gran estrella.
Él tenía una cara con rasgos esculpidos y un cuerpo con líneas perfectas. Si realmente quisiera ser una estrella, ganaría la admiración de innumerables chicas jóvenes.
-¿Me quedo algo entre los dientes? -le preguntó de pronto, inclinándose hasta quedar a centímetros de su cara cuando notó su mirada absorta.
Celia volvió en sí bruscamente, sintiendo cómo el calor subía por su cuello. Avergonzada, sacó el menú y comenzó a pedir comida.