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Capítulo 126
Capítulo 126
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-Sira, ¿estás enojada? Lo siento, es que me duele lo injusto que es esto para ti y por eso te llamé… —Rocío se arrepintió al notar el silencio de Sira, temiendo haberla ofendido con estas palabras bastante hirientes,
Sira forzó una risa nada sincera antes de responder.
-No te preocupes. Puedo comprenderlo. Después de todo, César y yo ya llevamos seis años separados…
-¿Y qué? ¡Muchas parejas se reconcilian después de años! Sira, escucha, ¡tienes que esforzarte más por ser mi cuñada! -Insistió Rocío emocionada.
-Claro.
Al colgar, Sira se quitó de la máscara de suavidad. Se acercó al hombre en la cama.
-Celia pidió romper con César, pero este se negó a hacerlo. ¿Sigues dispuesto a colaborar conmigo? –le preguntó al hombre con voz melodiosa.
Él se puso la chaqueta del traje con calma.
-Por supuesto.
De pronto, se volvió hacia Sira y le tomó el mentón con fuerza.
-Pero recuerda, nunca lastimes a Celia.
Sira sonrió con dulzura fingida.
-Como ordenes.
Cuando se quedó sola, su expresión se tornó siniestra. ¿¡Por qué todos los hombres estaban obsesionados con Celia!?
Examinó pensativa la copa de vino medio vacía en la mesa. Al recordar su plan, se sintió mejor.
“Qué delicia será ver la cara de Celia cuando descubra la verdad…“, pensó ella. 1
***
En la casona, Celia pasó la mañana confesándose en la sala de oración. En el pasado, Valeria siempre le había enseñado que, la confesión es un tipo de autorreflexión que puede purificar el alma. Durante el proceso, uno puede conseguir una fuerza mental para remover todas las ideas malas de la mente. De esta manera, podrá resistir más tentaciones con la fuerza de la paz del corazón. 1
Celia no era una católica tan devota como Valeria. Pero, en comparación con otros miembros de los Herrera, ella aceptó mejor la idea de Valeria.
Al salir de la sala de oración, se encontró con César y Marina. Se estaban acercando, César seguía a Marina a paso ligero. Marina vio a Celia y la saludó.
-Señorita, ¿ya terminó?
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Capítulo 126
La mirada de Celia se encontró con la de César. Ella la apartó de inmediato sin inmutarse.
-La abuela desea descansar. Así que le dejé el espacio.
Al enterarse de eso, Marina entró de inmediato en la sala de oración para cuidar a Valeria.
Celia creía que César había ido por Valeria, así que iba a irse cuando él la detuvo.
Ella parpadeó, confundida.
-¿Qué sucedió?
La mirada de César se posó de nuevo en ella.
-¿De qué hablaron?
Ella se encogió de hombros, como si no supiera nada.
-De todo un poco. ¿Qué te interesa saber?
César guardó silencio, rozando su anillo de matrimonio con el pulgar. 1
-Delante de la familia, no te olvides de usar tu anillo.
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Celia miró el anillo con diamantes que brillaba en su mano. Sin darse cuenta, se sumió en sus pensamientos.
Fueron los Herrera quienes encargaron ese par de anillos. Con un diamante de ocho quilates en el centro, el diseño tenía un corte muy especial. En su interior, habían grabado sus iniciales. Se decía que estos anillos valían
millones.
No obstante, él solo lo había usado el día de su boda, mientras ella lo había llevado en su dedo durante seis años sin quitárselo ni una sola vez. Días atrás, ella finalmente había tomado la decisión de quitárselo, pero él comenzó a usarlo de nuevo…
Ella lo miró con serenidad.
-¿A la familia le importa ahora? -le preguntó con ironía.
Durante estos seis años, él rara vez lo usaba. Y nadie en la familia había hecho comentarios al respecto.
-Solo cuando estemos frente a ellos. El resto del tiempo, haz lo que quieras – añadió él.
-Ya lo sé. -Ella asintió y se alejó sin decir nada más.
Mientras tanto, al enterarse de que ya no los limitaban para visitar a Carlos, Fabio y Rosa acudieron al hospital a toda prisa. Al ver a Carlos bien cuidado, Rosa por fin suspiró aliviada.
-Mi niña… ¿Dónde está mi niña? -Se escuchó la voz de Nieve.
Estaba vagando por los pasillos en busca de su muñeca favorita. No sabía dónde estaba ahora, porque había presionado todos los botones del ascensor en su confusión. Y por casualidad, había llegado al piso donde estaba
Carlos.
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Capítulo 126
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Rosa salió del pabellón con los ojos llenos de lágrimas, dispuesta a preparar un poco de agua tibia para limpiar el cuerpo de Carlos. Al voltearse, se topó con Nieve.
Ambas mujeres se miraron sorprendidas. De pronto, Nieve tomó sus manos y le preguntó muy preocupada: 1
-¿Has visto a mi hija?