Capítulo 123
Capítulo 123
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Los ojos de Celia se contrajeron drásticamente. Intentó resistirse por instinto, pero él ya lo había previsto. La arrinconó entre la puerta y su pecho.
Su beso ardía, así como su piel.
La última vez que él había perdido el control así fue cuando lo drogó Rocío. ¿Acaso ahora también…?
En un arranque de desesperación, Celia levantó la mano para intentar darle una cachetada. Sin embargo, no alcanzó su mejilla, en vez de eso, lo golpeó en la oreja izquierda.
-César Herrera, jabre los ojos y mírame bien! ¡Yo no soy Sira! -gritó histéricamente, fulminando al hombre que había apartado la cabeza por el golpe.
Los músculos de su mandíbula se tensaron, pero no le respondió. Se tocó la comisura de los labios, donde ella le había dejado una marca color rojo.
Al recuperar la compostura, Celia comprendió que había reaccionado exageradamente. Intentó calmarse y buscó
una excusa.
-Pues, César… No… no solías ser así. Este cambio me desconcertó…
Él siguió guardando silencio. Tras un largo momento, se aflojó la corbata.
-Necesito verte en casa antes de las diez.
La rebasó y salió del salón sin mirar atrás.
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Al verlo irse, Celia se desplomó contra la puerta, con las piernas temblorosas. Ese lado de César la había aterrado. Pero simplemente no entendía sus movimientos. ¿Fue un arrebato de celos? La idea le provocó una risa amarga… Alisando su vestido, se retocó el labial y salió del salón después de calmarse un poco…
Lo que no esperaba era que Alfredo hubiera presenciado todo lo ocurrido.
-Celia -preguntó él con una sonrisa pícara-: ¿por qué estuviste con César en el salón privado?
-Fue por una coincidencia…
Él cruzó los brazos, alzando una ceja y sonriendo maliciosamente.
-¿En serio?
Celia sintió el rubor teñirle a las mejillas. ¿Por qué se sentía como una esposa infiel siendo descubierta?
-Bueno, si no quieres hablar de esto, no insistiré -Alfredo posó una mano en su hombro mientras hablaba-. Pero, ¿por qué no intentas confiar más en mí? Pase lo que pase, estaré de tu lado.
Sus palabras la conmovieron. Aparte de su mentor y Carlos, nadie más se había ofrecido a apoyarla incondicionalmente.
-Estoy agradecida, Alfredo -susurró, bajando la mirada-. Pero lo sucedido entre él y yo es muy complicado de explicar. No quiero arrastrarte a mis problemas.
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Capítulo 123
Él permanecía sonriendo con ternura.
-No tengo ningún miedo de los problemas.
Tras una pausa, Celia cedió.
-La próxima vez que nos veamos, te lo explicaré todo, ¿de acuerdo?
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Al despedirse, Celia se unió a Ben. Alfredo observó cómo se alejaba, en sus pupilas se revelaba una lucha interna.
***
A las nueve y media, Celia llegó a Villas Serenidad en taxi. Le envió un mensaje a Ben para informárselo.
Después de salir del ascensor, ingresó la contraseña para abrir la puerta, y luego entró en casa. César había llegado más temprano. Estaba sentado en la barra, envuelto en una bata negra, sírviéndose el vino. Cuando sus miradas se encontraron, algo intenso se reflejó en lo profundo de sus ojos.
Celia retiró con rapidez la mirada, dejando su bolso en la mesa.
-He llegado antes de las diez -dijo ella con cara impasible-. ¿Estás contento?
César acercó la copa a su boca, sin beber.
-Estoy ebrio.
Celia no esperaba eso. ¿Estaba explicando su comportamiento anterior?
—Vale —respondió ella muy brevemente, luego se dio la vuelta para irse.
De pronto, él la tomó del brazo.
-Te dije que estoy ebrio.
-¿Y qué?
-El mundo me está dando vueltas.
Celia casi no pudo creerlo. ¿César Herrera le mostró su lado débil?
Mientras ella procesaba el shock, él se masajeó las sienes adoloridas con gesto despreocupado.
-Tú… solías prepararme la sopa para la resaca -dijo perezosamente.
El comentario la transportó a esas noches: ella lo esperaba en soledad en casa cuando él asistía a cenas de negocios, con la sopa cuidadosamente preparada para aliviar su resaca.
Pero… a él nunca le habían importado sus esfuerzos. ¿Y ahora, de pronto, los extrañaba?
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