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Capítulo 120
Al atardecer, Ben en persona llevó a Celia de regreso a su casa. Justo cuando ella iba a bajarse del auto, él la detuvo.
-¿Tienes planes después de las ocho esta noche?-le preguntó.
Celia se paró frente al auto, intrigada.
-¿En qué puedo ayudar?
-Tengo un cóctel esta noche -explicó Ben-. Como soy nuevo en la capital y no conozco a mucha gente, me preguntaba si aceptarías ser mi acompañante.
Al percibir la vacilación de Celia, añadió con una sonrisa:
Podría aumentar tu pago.
Celia aceptó sin pensarlo dos veces, y Ben rio en silencio. Tras un segundo, ella se puso sería.
-No hace falta aumentar el pago. Por la señora Rojas, seré tu acompañante gratis.
Diez mil dólares al día ya eran más que suficientes. Ella no era codiciosa. Una chispa de sorpresa brilló en los ojos de Ben antes de que su sonrisa se ampliara.
-Pasaré a recogerte más tarde, ¿qué te parece?
Después de que Ben se fue, Celia se tomó una ducha en casa. Al abrir el cajón del tocador lleno de cosméticos, ella quedó absorta por un momento.
Había olvidado que alguna vez fue también una joven a la que le encantaba arreglarse… Se miró aturdida en el espejo. No solo vio su reflejo actual, sino también a esa versión de sí misma de los pasados seis años: quien mendigaba el amor de César y lo complacía ciegamente.
En ese instante, tomó una decisión. Era hora de hacer las paces con su pasado… y consigo misma.
***
La noche había caído, iluminando la ciudad con las luces de neón.
Ben se apoyaba en su auto esperando con paciencia, cuando la silueta de Celia emergió. Vestía un vestido de terciopelo rojo vintage de Chanel con escote bajo; sus tacones de aguja marcaban con claridad el ritmo de sus pasos; mientras, su cabello, suelto y con ondas naturales, caía en cascada sobre sus hombros.
Con rasgos naturalmente definidos, llevaba un maquillaje sutil que realzaba su perfil esculpido y su elegancia innata. El toque de rojo intenso en los labios resaltaba su atractivo.
-Ese estilo te va perfecto -comentó Ben con genuina admiración.
-Mil gracias por tus elogios -le respondió ella, sonriendo radiante.
Celia no conocía mucho sobre el cóctel de esa noche. Lo único que sabía era que, el dueño del evento era el jefe de una empresa, y sería una fiesta benéfica con pocos invitados.
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Capítulo 120
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El cóctel se realizaba en Cielo Adorado, el club más famoso y más lujoso de la capital, único con licencía para subastar antigüedades. Se rumoreaba que su sala “Imperio” tenía un requisito de consumo mínimo de treinta mil dólares, decorada como un palacio antiguo con aguas termales privadas y un escenario especial que podía albergar una orquesta. Incluso los cubiertos que se usaban en esta sala eran de plata.
Ben y Celia entraron en la sala. Al entrar, ella contempló con curiosidad el esplendor que los rodeaba.
Un camarero vestido con traje tradicional los guio al salón principal. Cuando las puertas se abrieron, docenas de miradas se posaron en ellos, especialmente en Celia.
-¿Es acaso alguna estrella? Pero no la reconozco…
-Demasiado hermosa para ser del mundillo….
-¡Es completamente una belleza exquisita!
Mientras tanto, un caballero maduro se acercó con una copa.
-Es un honor contar con su presencia, señor Rojas–saludó a Ben con respeto.
Ben le respondió con una sonrisa cortés. Cada uno de sus movimientos mostraba su elegancia innata.
-El honor es mío.
En ese momento, el hombre notó la presencia de Celia.
-¿Me podría presentar a su acompañante? —le dijo a Ben.
-Celia Sánchez. -Sonrió Celia mientras le extendía la mano.
Se presentó de manera directa pero sincera, con solo sus nombres, sin títulos ni pretensiones. Era una forma que mostraba una amabilidad más accesible, algo inusual en esos círculos.
El hombre se sorprendió un poco y estrechó su mano con cortesía adecuada. Luego, empezó a charlar con Ben. Pero, pronto la conversación fue interrumpida por otros invitados que buscaban acercarse a Ben.
Al girarse, Celia divisó a una familiar silueta al otro extremo del salón. Era Alfredo, quien alzó su copa para llamar su atención. Celia cruzó en medio de la multitud y se dirigió hacia él.
-Buenas noches, Alfredo. ¿Tú también aquí? -Saludó Celia al acercarse.
-Sí–le respondió él, estudiándola con una sonrisa significativa—. No sabía que incluso tenías conexiones cop los Rojas. Parece que te he menospreciado.
—Es que una vez me salvó por casualidad.
De pronto, Alfredo levantó la mano para acariciar las ondas de su cabello.
-Es raro verte así de arreglada… Te ves hermosa, ¿sabes?
El gesto tomó a Celia por sorpresa. Ella se quedó inmóvil por la incomodidad. Justo entonces, una voz resonó tras ellos.
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Capítulo 120
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-Señor Herrera.
Celia se petrificó al escuchar el nombre. Al volverse, sus ojos se encontraron con la mirada oscura e inescrutable de César al otro extremo del salón.