Capítulo 112
Al ver su reacción, la expresión de César se oscureció al instante. La arrastró de vuelta hacía él a la interrogó:
–Celia, ¿qué significa esto?
Ella temblaba en sus manos con los labios pálidos.
-No me siento bien.
Él la estudió con esos ojos que podían leer pensamientos. Luego, su mirada se volvió siniestra.
-¿No te sientes bien…? ¿O simplemente no quieres hacerlo?
No sabía desde cuándo, pero ella detestaba su contacto. Al principio pensó que ella solo estaba haciendo berrinches, pero ahora era obvio que la situación no era tan simple. Ella lo miró, con una mirada tan vacía que parecía una muñeca. 1
-César, soy humana. Tengo sangre, carne y también emociones. ¡No soy una herramienta para ti! Sé que no me amas. Ahora que Sira ha regresado a tu lado, ya no tienes por qué obligarte a hacerlo conmigo, ¿no es así?
César entendió lo que insinuaba, pero evitó responderle. En cambio, le agarró la nuca y la acercó a su cara.
—Entonces, no quieres hacerlo conmigo, ¿cierto?
Ella contuvo la respiración y desvió la mirada.
-No.
Él soltó un “ja” sarcástico.
-Ya cambiarás de opinión.
Dicho esto, tomó su chaqueta, que había dejado al pie de la cama, y salió del cuarto. La puerta se cerró con un golpe seco, dejando un silencio letal y a Celia sumida en su vacío.
***
A la mañana siguiente, el sonido del celular la despertó abruptamente. Al contestar, la voz furiosa de Fabio retumbó en el altavoz.
-Celia, ¿¡qué diablos hiciste?! ¿Por qué César no nos deja ver a Carlos? -vociferó.
Ella se incorporó de golpe, totalmente despierta ahora.
-¿Qué dijiste?
-¡Fuimos a la clínica a visitar a Carlos y los guardias no nos dejaron entrar! ¡Dijeron que eran ordenes de César! -dijo Fabio casi a gritos-. Él permitió que Carlos se tratara en su clínica, ¡y ahora con esta actitud! ¿¡Qué demonios hiciste para enojarlo tanto!?
Tras una breve pausa, los gritos continuaron llegando desde el otro lado de la línea.
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Capítulo 112
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-¡Sabes bien en qué estado está Carlos! ¿No podrías aguantar un poco por él? ¡El terminó así por tu culpa! ¿En serio lo dejarás postrado en una cama por toda su vida?
Cada palabra de Fabio era como un cuchillo en el corazón de Celia. Ni siquiera le dio la oportunidad de explicarse, ya que colgó la llamada abruptamente. Ella se quedó sentada en la cama, con una impotencia que la ahogaba.
Mientras tanto, Nicole conducía hacia el edificio del Grupo Haus Inversiones. Por el espejo retrovisor, observaba al hombre impasible en el asiento trasero.
-Paco tenía contactos bastante complicados. Pero… un día antes del incidente, alguien lo visitó en la comisaría.
César le respondió con un breve “hum” indiferente.
-¿Lo identificaron?
-Sí. Era el chófer de la señora Fernández. Y además…
Hizo una pausa, dudando si continuar.
-Sigue. -César se impacientó.
—La señora Fernández ha tenido muchos contactos con la señorita Sánchez últimamente.
Al terminar de hablar, Nicole lo miró con cautela.
El ataque a Carlos en la comisaría había sido una severa falta de vigilancia. Además, todas las cámaras estaban ” en reparación“… Todas las pruebas apuntaban a un encubrimiento. Paco, como el vigilante de Carlos, sin dudas, tendría que asumir las responsabilidades de la negligencia, sumando las de los cargos de incitación intencional y permiso de agresiones contra Carlos.
Si era la señora Fernández quien estaba detrás de él, entonces Sira definitivamente se había involucrado en todo esto. La pregunta era… ¿qué haría César si descubría que Sira estaba detrás de todo? César guardó silencio por un largo momento, con un aura cada vez más sombría.
-¿Y la respuesta de Manuel? -preguntó mirando hacia afuera de la ventanilla.
-Dijo que no se involucraría.
Además, su cuñado estaba detenido por soborno. Él también tenía problemas parecidos. Ahora no se podía permitir el lujo de arriesgarse. César cerró los ojos y guardó silencio. Nicole vio su intención de evitar hablar de lo relacionado con Sira, así que no insistió más. (1)
***
Celia estacionó frente al edificio del Grupo Haus Inversiones. Bajó la ventana y miró hacia la entrada. No era la primera vez que lo visitaba. Pero, en el pasado, cada vez que traía comida para César, la detenían en la puerta. Por eso, ella nunca logró verlo. Y la comida jamás llegaba a sus manos. Con el tiempo, dejó de venir. Ahora, entró directamente al vestíbulo y se dirigió a la recepción.
-¿Está el señor Herrera? -preguntó con cortesía.
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Capítulo 112
Tras tanto tiempo, la recepcionista ya era una cara nueva.
-Señorita, ¿tiene cita?
Celia pensó un momento.
-No. Puede avisar a Nicole, dígale que Celia Sánchez está aquí. Ella sabrá cómo hacerlo.
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Justo cuando la recepcionista iba a responder, una mujer con maquillaje excesivo se acercó con un radioteléfono en la mano.
–
—¿A quién quiere ver?
-Directora, esta señorita quiere ver al señor Herrera, pero no tiene cita…
Perla Vargas miró a Celia de arriba abajo, con desprecio evidente. Sabía que César ya tenía “prometida” y creía que ella era una de esas mujeres con malas intenciones.
-¿Ahora todo el mundo se cree digno de ver a nuestro jefe? Aquí no es un mercado.
Celia no insistió. Se dio media vuelta para irse. Pero entonces oyó el comentario satírico de Perla.
-¿Ves? Cualquier zorra con buen cuerpo se cree calificada para ser la amante del jefe de una gran empresa. Presta más atención en estas personas. Si la prometida del jefe se entera de esto, ¡perderás tu trabajo!
Celia se detuvo bruscamente. No quería armar líos, pero esas palabras eran tan ofensivas. Regresó y arrojó su bolso sobre el mostrador.
-¿Quieres repetir eso? —dijo.
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