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Thirst 24

Thirst 24

 

C24-EL JEFE DE TODOS LOS JEFES. 

C24-EL JEFE DE TODOS LOS JEFES. 

El taxi frenó con un suave chirrido frente a la imponente entrada de Maxwell Industries. El edificio se alzaba como una muralla de cristal y acero que tocaba las nubes, reflejando el cielo gris de la mañana. 

Oliver se inclinó hacia adelante y le tendió al conductor un billete cuidadosamente doblado. 

-Gracias, señor -dijo con una educación impecable que desentonaba con sus mejillas regordetas y su mochila de dinosaurios. 

El taxista tomo el billete y antes de que abriera la puerta preguntó preocupado. 

-¿Seguro que vas solo? 

-Sí, señor. No estoy perdido -respondió con una sonrisa que parecía ensayada, pero absolutamente encantadora. 

Sus pequeñas piernas descendieron con firmeza y la mochila rebotó en su espalda mientras avanzaba con determinación hacia las 

puertas de vidrio. En su mente, todo estaba cronometrado. 

Un guardia de seguridad lo detuvo con la mirada apenas cruzó el umbral. 

-¿A dónde vas, campeón? 

Oliver se detuvo y alzó la vista, sus ojos brillaban con picardía. 

-Perdón, señor. Se me cayó mi identificación adentro, en el ascensor. Mi papá me la dio esta mañana cuando vino a trabajar — 

dijo, sacando de su mochila un carnet de biblioteca decorado con stickers de cohetes. 

Lo agitó como si fuera un pase VIP. 

El guardia lo miró por un largo segundo. Oliver sostuvo la mirada sin pestañear, con la seguridad de un niño que jamás miente… 

excepto cuando es absolutamente necesario. 

-Ve con cuidado -dijo el guardia finalmente, frunciendo el ceño, pero sin detenerlo. 

Oliver sonrió triunfante y atravesó las puertas corredizas del vestíbulo principal y su mandíbula cayó en cuanto vio el interior. Las 

lámparas colgantes parecían naves espaciales. Había una fuente que brotaba desde el piso y pantallas que mostraban gráficos 

complicados que ni él -un niño genio de siete años- podía leer del todo. 

-¡Wowwwww! -exclamó en voz alta, mirándolo todo-. ¡Mi papá sí que tiene dinero! 

Un par de ejecutivos al fondo soltaron una risa involuntaria y Oliver caminó sin apuro, disfrutando cada paso, hasta que vio un 

grupo de adultos entrar al ascensor. Se lanzó en carrera con su mochilita rebotando, y justo antes de que se cerraran las puertas, se 

coló con agilidad felina. 

Los hombres de traje lo miraron de reojo. Uno de ellos, con el cabello engominado y una Tablet bajo el brazo, frunció el ceño. 

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-¿Y tú a dónde vas, niño? 1 

Oliver les regaló su mejor sonrisa. 

-Mi papá trabaja arriba. 

-¿Ah, sí? ¿Y en qué piso? -preguntó otro, alzando una ceja. 

Oliver se puso serio un segundo y pensó. «Grayson Maxwell es el CEO, el dueño, el jefe. Si había un piso más importante, debía ser 

el más alto.»> 

-En el último, por supuesto dijo como si fuera obvio-. Él es el jefe de todos los jefes. 

Los hombres se miraron entre sí, algunos soltando una risa baja. Uno presionó el botón del pent-house. 

-Seguro es hijo de alguno del personal de limpieza -murmuró condescendiente. 

Oliver escuchó. Pero no dijo nada. Solo apretó su mochila contra el pecho, sintiendo cómo el corazón le latía cada vez más fuerte. 

Porque ahí estaba a minutos de conocer a su papá. 

Grayson Maxwell. 

En el piso más alto de Maxwell Industries, el despacho de Grayson era un reino de silencio, elegancia y presión. Las paredes de 

cristal dejaban entrar la luz suave de una mañana nublada, mientras la ciudad se extendía más allá, lejana, casi ajena. 1 

Grayson revisaba los últimos documentos sobre su escritorio, su ceño estaba fruncido, concentrado. El traje negro perfectamente 

planchado y el reloj marcaba casi las 12:00 del mediodía. 

-¿Estás seguro de los resultados? -preguntó sin levantar la mirada. 

La voz de Mason sonó al otro lado de la videollamada, proyectada en la pantalla flotante frente a él. El laboratorio blanco a su 

espalda contrastaba con su actitud relajada. 

-Tan seguro como que me voy a quedar calvo antes de los cuarenta. El último prototipo está listo para salir, Gray. Y ya hay ruido 

en el Este. Una empresa rusa poderosa, está interesada. 

Grayson estampó una firma con fuerza. 

-Nadie puede saber sobre ese prototipo todavía. Ni siquiera los del consejo. No saldrá de tus manos hasta que el contrato esté 

asegurado. Entiendes, ¿verdad? 

-Lo tengo claro —respondió Mason, sonriendo con ese aire despreocupado que irritaba a cualquiera—. Está bajo control, como 

siempre. 

Un silencio se coló entre ambos y Grayson volvió a tomar otro documento, pero la voz de su amigo cambió de tono, volviéndose 

más baja y directa. 

-Y… ¿cómo va el asunto de 

2/ 

La pluma se detuvo a medio camino y el silencio que siguió fue breve, pero tenso. 

-El abogado aceptó tomar el caso. Manejará… 

-¿Tu esposa?-interrumpió Mason, con sorpresa mal contenida-. Rayos… acabo de perder diez mil dólares. 1 

Grayson lo miró desde la pantalla y su mirada se puso más fría que antes. 

-¿Perder diez mil? ¿Estabas apostando? 

La risa de Mason estalló por el altavoz. 

-Bueno… Ángelo apostó que lo haría, y yo pensé que la mujer tenía más amor propio. Me quedó claro que no. 

Grayson apretó el teléfono entre los dedos como si quisiera romperlo. 

-Mason… ¿no tienes algo que hacer? Como… no sé. Irte al infierno, por ejemplo. 1 

La carcajada de su amigo solo lo enfureció más. 

-Te extraño también, hermano. Llámame cuando termines de patear muebles -bromeó, justo antes de que Grayson llevara el 

dedo hacia el botón para colgar. 

Y entonces lo escuchó un alboroto fuera de su oficina. Se irguió, cruzó la oficina y se asomó al cristal que daba al vestíbulo del piso. 

Frunció el ceño, cuando vio gente aglomerada, un guardia hablándole a alguien. Y luego… 

Un niño, pequeño, con mochila de dinosaurios, mirada desafiante y a su lado… Sienna, en el suelo, discutiendo con el niño. 1 

-¿Qué carajos…? 1 

El mundo se detuvo un segundo y su respiración, también. Porque algo dentro de su pecho -ese órgano que juraba tener 

congelado hace años- acababa de estremecerse. 

3/ 

Thirst

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