Capítulo 26
Como era de esperarse, por la tarde Sofía recibió un mensaje de WhatsApp de Diego.
[Cinco y media, espérame al pie de la montaña].
La casa ancestral estaba construida en una montaña en las afueras de la ciudad donde el aire era excelente.
Cada vez que regresaban, Diego le pedía que lo esperara primero al pie de la montaña, él pasaba a recogerla en el auto y luego subían juntos a la casa ancestral.
Era más conveniente que Diego pasara a buscarla, pero requería manejar un tramo extra, a él le molestaba la complicación, así que
la hacía esperarlo.
Por la tarde, a las cinco y veinte.
Sofía llegó diez minutos antes a la parada de autobús al pie de la montaña.
Todo el día había estado lloviendo ligeramente, y al estar cerca de la montaña, la temperatura era más baja que en el centro de la
ciudad. Ahora que se acercaba la noche, hacía mucho más frío, además había comenzado a hacer viento.
Pasaron diez minutos y Sofía ya tenía las manos y los pies entumecidos de frío, pero el auto de Diego todavía no había llegado.
No había más remedio, Sofía tuvo que seguir esperando.
Aproximadamente, cinco minutos después, las luces de un auto atravesaron la neblina nocturna e iluminaron su figura.
En la montaña no vivía solo la familia Villarreal, Sofía miró con atención.
Era un Bentley.
Diego manejaba un Maybach, así que no venía a buscarla.
Tal vez por el frío, Sofía esperaba que Diego llegara puntual, y cuando se tienen expectativas viene la desilusión, ahora se sentía un
poco desanimada.
Sofía tuvo que apartar la mirada y revisar su teléfono.
Después de dos segundos, escuchó el sonido de un auto deteniéndose.
Sofía levantó la mirada, confundida, la ventanilla bajó revelando el perfil de un hombre. Al momento, el hombre volteó la cabeza y Sofía se encontró sin preparación alguna con unos ojos profundos.
El aire se congeló por un instante.
-¿Te subes? -la voz grave de Alejandro llegó a sus oídos.
Sofía suspiró con resignación..
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Capitulo 20
El encuentro de hacía tres años le había dejado una impresión de extrema frialdad e indiferencia.
Los dos encuentros de ayer habían profundizado esa impresión. Se podía decir que era la primera vez que Sofía temía tanto a una persona. Ella no podía descifrar para nada a Alejandro, tampoco entendía por qué quería darle un aventón.
Tal vez solo era pura bondad, pero la atmósfera fría y sombría que rodeaba a Alejandro era demasiado intensa, en el momento en que bajó la ventanilla, llegó una sensación de agresividad.
Sofía quería alejarse de una persona tan peligrosa.
-Gracias, no es necesario, estoy esperando a alguien.
Alejandro no dijo nada más y se fue manejando.
Después de que el Bentley se alejara, llegó una ráfaga de viento frío y Sofía no pudo evitar tiritar.
Al mismo tiempo, finalmente, llegó el auto de Diego.
Llegaba casi diez minutos tarde. El auto se detuvo, pero él no la miró.
Siempre tenía la costumbre de ignorarla. Sofía caminó silenciosamente alrededor del frente del auto, abrió la puerta del asiento del
copiloto, se subió y se abrochó el cinturón de seguridad. 1
El auto subió por la montaña, y nadie habló, Sofía tampoco buscó temas de conversación forzadamente como solía hacer.
Cuando antes compartían un auto, el silencio era lo usual, Sofía ya se había acostumbrado, pero había algo era diferente.
A Diego no le gustaban los ambientadores para auto porque lo sofocaban, antes el auto no tenía ningún olor a perfume, ahora
había un fresco aroma a lirios.
En el momento en que se subió al auto, vio una bufanda de mujer en el asiento trasero.
Una vez Sofía había dejado accidentalmente ropa en el auto, Diego le había llamado para que fuera inmediatamente a buscarla o la
tiraría a la basura. Lo que a él no le gustaba, Sofía tenía que respetarlo.
En una semana sin verse, Diego había roto muchas de sus reglas.
En la empresa de Sofía también había varios colegas casados. Una vez había visto casualmente al esposo de una colega que venía a
buscarla después del trabajo, en el asiento del copiloto había pegado calcomanías muy tiernas que decían “asiento exclusivo de la
esposa”.
Antes de ir a buscarla, incluso había comprado cosas ricas para comer y beber, la colega, al subirse al auto, podía relajarse y
descansar inmediatamente.
Sofía nunca había tenido momentos tan exclusivos. Mucho menos esos cálidos instantes de pareja.
Cuando el auto llegó a la mitad de la montaña, Sofía pensó que continuarían en silencio, pero Diego habló de repente.
-¿Conoces bien a Alejandro?
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