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Amor 20

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Capítulo 20 

Lidia se quedó en el país para asistir al funeral. 

Durante este período, recibió muchas ofertas de los directores y actores que conocía antes, preguntándole si aún quería seguir actuando. 

Ramón también dijo: -Si todavía quieres actuar, puedo darte los mejores recursos. 

Pero Lidia rechazó todas las ofertas. 

-Por ahora no quiero considerar estas cosas. En este momento no tengo tiempo ni energía para hacerlas, solo quiero acompañar a Ana mientras crece. 

Ella no quería que su hija careciera de ningún amor y compañía. 

Ante esto, Ramón expresó su respeto. 

Pero cuando Lidia intentó irse, él la detuvo. 

Lidia estaba alerta: -¿Qué quieres hacer? 

-Quédate a vivir un mes. Después de un mes, te dejaré ir y nunca más las molestaré. 

-Lidia, cumpliré mis palabras. 

Ramón dijo con mucha seriedad. 

Esta condición era realmente tentadora. 

Lidia estaba realmente preocupada por el factor impredecible, que era Ramón, si él seguía “acosándolas” en el futuro, tendría que mudarse de nuevo, lo cual sería muy molesto. 

Después de reflexionar un poco, planteó sus condiciones. 

-Pongámoslo por escrito, las palabras no tienen valor. 

Ramón de veras buscó a alguien para redactar el documento. 

Los dos lo firmaron. 

Lidia volvió a mudarse allí. 

En el período siguiente, Ramón no les dio ni un día de descanso a la madre y la hija. 

Las sacaba a divertirse todos los días. 

Iban juntos al parque de atracciones y disfrutaban de todas las actividades. 

Él reservaba todo un centro comercial para que ellas compraran lo que quisieran. 

También las llevaba de viaje, visitando cuatro ciudades en siete días, comiendo y divirtiéndose mucho. 

Especialmente Ana, se lo pasó especialmente bien. 

Ramón ya no era la persona que hacía infeliz a su madre a sus ojos, sino un señor muy generoso. 

…Quizás fuera su padre, no estaba muy segura. 

Pero su madre no le permitió llamarlo así, así que no lo haría. 

Ella solo escuchaba a su madre. 

Así pasaron quince días jugando sin parar, tanto Lidia como Ana estaban agotadas. 

Solo entonces Ramón las llevó de vuelta a casa. 

Durante las dos semanas siguientes, Ramón rara vez las sacaba fuera, tampoco trabajaba, sino que pasaba cada día en casa con ellas. 

Él cocinaba en persona, preparando las tres comidas diarias. 

Cuando las dos no se levantaban por la mañana, les llevaba la comida a la cama y las despertaba con 

Voz suave. 

Si ellas realmente no querían levantarse, él no las obligaba. 

A Lidia le pareció muy novedoso. 

Ella quería saber si Ramón había recibido algún estímulo. 

El Ramón actual y el anterior parecían dos personas completamente diferentes. 

Se quitó el traje, se puso el delantal y dejó de ser el altivo director Castillo, se convirtió en un ama de 

casa atento y considerado. 

Cuanto más se acercaba el día de su partida, más amable él se volvía. 

Era como si alguien le hubiera robado el alma. 

Lidia estaba muy curiosa y finalmente una tarde le preguntó: -Ramón, ¿estás planeando algo? 

Ella se apoyó en el balcón y lo miró. 

No se perdió el destello de dolor en los ojos de Ramón. 

Él se acercó a ella, pero no pudo abrir los ojos por la luz del atardecer. 

Así que cerró los ojos, tenía el rostro pálido casi transparente bajo la luz, y las venas bajo su piel eran claramente visibles. 

Dijo suavemente: -Solo quiero acompañarlas. 

Al terminar estas palabras, se cubrió el abdomen, se inclinó y comenzó a toser. 

Tosía con fuerza y dolor. 

Cuando se incorporó de nuevo, las pupilas de Lidia se contrajeron levemente. 

Ella vio un rastro de sangre en la comisura de sus labios.

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