Capítulo 78
Celia regresó a su oficina. Al sentarse, un hombre apareció en la puerta con las manos en la espalda.
-¿Eres la doctora Sánchez?
—Sí. ¿Es usted familiar de algún paciente o…?-le respondió poniéndose de pie con una sonrisa.
Antes de que pudiera terminar la frase, el hombre le arrojó un líquido al rostro. Celia, tomada por sorpresa, no pudo esquivar el ataque. Un grito desgarrador escapó de sus labios, atrayendo la atención del personal fuera de la
oficina.
-¡Doctora Sánchez!
Ana corrió hacia el lugar justo cuando el agresor intentaba huir, chocando contra ella. Lo sujeto del brazo con fuerza mientras gritaba:
-¡Ayuda!
El hombre amenazó gritando con ferocidad:
-¡Suéltame o te mato!
Dos médicos y más personal acudieron al llamado, solicitando de inmediato a seguridad. En menos de un minuto, el sujeto estaba inmovilizado en el piso mientras alguien contactaba a la policía.
Dentro de la oficina, Celia se encontraba en el suelo con los ojos cerrados por el dolor abrasador. Lágrimas ardientes corrían por sus mejillas.
-¡Doctora Sánchez!
Ana y otra enfermera la ayudaron a levantarse. El aire estaba impregnado de un olor picante: ¡era gas pimienta!
***
La noticia del ataque llegó a los oídos de Samuel, quien acudió preocupado al pabellón. Ella había recibido atención oftalmológica, pero aún no podía abrir los ojos.
Ana, que permanecía a su lado, se levantó al verlo.
– Director.
-Celía, ¿qué ocurrió?-le preguntó.
-No sé. No lo conozco -le respondió agarrando las sábanas.
-Director, revisamos las grabaciones de las cámaras de seguridad. Ese hombre no es ningún familiar de los pacientes. -le informó a Samuel mientras miraba a Celia-. Menos mal, era solo un aerosol. Si hubiera sido ácido o algo peor, sería un desastre.
Un escalofrío recorrió la espalda de ella al recordar el ataque. Ana tenía razón. Si hubiera sido otra sustancia, ahora estaría ciega o desfigurada.
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Samuel se puso serio, con una expresión de compasión y de preocupación. Los problemas de Celia habían comenzado tras la llegada de Sira y su denuncia contra Felipe… Esto no era coincidencia, sino un ataque deliberado.
Apretó los hombros de Celia para consolarla.
-Celia, descansa para recuperarte. No te preocupes por el trabajo. Ya llamamos a la policía. Este tipo no quedará impune.
-Gracias. -le respondió.
Al quedarse sola en la oscuridad, ella sintió inquietud. Ana notó su estado y le preguntó:
-¿Quiere que llame a tu familia?
¿Familia? Carlos era lo único cercano a una familia que tenía, pero sabía que su hermanito enloquecería al enterarse de lo que ella había sufrido… De pronto, un nombre apareció en su mente. Le dijo:
-Por favor, ayúdame a marcar el número de Margarita.
En ese momento, solo confiaba en ella.
***
Mientras tanto, Sira se reunía con la señora Fernández y le hizo una transferencia. La mujer sonrió al ver la cifra, pero pronto su expresión se nubló al recordar a su esposo en la cárcel.
-Señorita Núñez, y Felipe…
-Tiene mucha suerte porque no tendrá que ir a la cárcel. Ahora necesita pasar un mes de detención en la comisaría. En cuanto a su trabajo, me encargo de eso. -le respondió Sira sin dudar.
La señora Fernández confiaba mucho en ella. Al levantarse para irse, Sira la detuvo. Confundida, le preguntó:
-Señorita Núñez, ¿en qué más puedo ayudarle?
-Lo de hoy no tiene nada que ver con nosotras. Espero que entiendas lo que puedes decir y lo que no.
La mujer le mostró una sonrisa y le dijo:
-No se preocupe. Ese tipo tiene problemas mentales. La policía no creería el delirio de un loco.
Al confirmar el estado mental del agresor, Sira se sintió más tranquila.
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