Capítulo 69
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Capítulo 69
-¿Y este señor…?
La mirada de Alfredo se posó en Carlos, quien estaba sentado frente a ella.
-Mi hermano menor, Carlos. -lo presentó con una sonrisa.
-Ah, encantado, señor Sánchez. -Alfredo lo saludó y le extendió su mano cordialmente-. Soy Alfredo Suárez, amigo de tu hermana.
Él estrechó su mano con cierta incomodidad. No estaba acostumbrado a tanta atención.
-¿También estás cenando aquí? -le preguntó Celia.
-Sí, con unos amigos míos. -le explicó, haciendo un gesto hacia un grupo en el segundo piso. Eran todos amigos de su círculo, entre los cuales había bastantes adinerados.
-Me debes una cena, ¿recuerdas? -lo mencionó como si nada.
Ella también recordó su promesa. Le sonrió.
-Tienes razón, si no me lo hubieras recordado, lo habría olvidado. ¿Cuándo estás libre?
Él se encogió un poco de hombros.
-Pues, cuando tú quieras.
—Así que quedamos este fin de semana. —propuso Celia-. Estaré libre.
-Perfecto. -aceptó con una sonrisa antes de retirarse.
Carlos, que había estado observando el intercambio mientras mordisqueaba su tenedor, comentó:
-Celia, ¿ese tipo está interesado en ti?
Ella casi se atragantó…
-¿Qué demonios?
Ya conocía a Alfredo desde la universidad. Si él hubiera estado interesado en ella, ya habría hecho algo. No esperaría hasta ese momento.
-Es solo una impresión. Con lo hermosa que eres, debe haber un montón de hombres que te persigan. Antes decían
que ni parecemos hermanos… ¿por qué no heredé ni la mitad de tu belleza? -Se quejó Carlos murmurando.
Ella se detuvo y lo miró. Aunque era solo una broma, era cierto que sus rasgos se parecían más a los de su madre, quien en su juventud había sido muy atractiva. Así que él era también muy apuesto. En cambio, ella no se parecía a ninguno de sus padres… ¿Sería posible que…?
Celia descartó esa idea absurda. Ella había crecido en la familia Sánchez desde que tenía memoria. Tal vez había heredado los rasgos de sus abuelos, que era también muy probable. Esa posibilidad la tranquilizó.
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Capítulo 69
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Después de acompañarlo a su casa, ella regresó pasadas las nueve y media de la noche. Al entrar, se sobresaltó por la silueta de César recostado en el sofá de la sala, con una copa de whisky en la mano.
-Siempre llegas más tarde a casa. -comentó él tras revisar su reloj.
-No creo que eso le importe, señor Herrera. -respondió ella, pasando frente a él.
-Espera.
Ella se volvió.
César dejó la copa sobre la mesa.
-¿A qué hora es mañana? —Le preguntó con cara impasible.
Ella tardó unos segundos en comprender.
-¿Asistirás a la fiesta?
Ante su silencio, suspiró y añadió.
-A las siete de la noche.
Luego se retiró a su habitación.
Esa noche, él durmió en la habitación de invitados. Celia también tuvo un buen sueño. A la mañana siguiente, Margarita les preparó el desayuno y la pareja compartió la mesa en un inusual silencio de paz.
Ella se sentía un poco incómoda, porque había pasado mucho tiempo que no habían desayunado así, sin conflictos ni sarcasmos. Era una paz rara.
-Esta noche ve tú primero. No me esperes. -le dijo César, limpiándose los labios con la servilleta. Luego, tomó su chaqueta y se marchó.
Celía observó cómo se alejaba, quedándose pensativa.
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