Capítulo 49
César abandonó la habitación. Sira lo vio alejarse y no pudo evitar apretar los puños con cierto resentimiento.
¡Le había prometido quedarse a cuidar a Óscar! ¿Acaso se había ido por esa maldita? No, no podía ser, porque los había defendido frente a Celia. Además, jella había tenido una relación de diez años con él! ¡Ese vínculo no cambiaría por su ausencia de solo seis años! Conocía muy bien a César, él era un hombre muy precavido con sus sentimientos.
Se repetía estas palabras para tratar de consolarse. Después de todo, el simple hecho de que los hubiera protegido demostraba su importancia para él. Mientras tanto, Celia, siendo un simple juguete de César, no representaba ningún tipo de amenaza para ella.
Mientras tanto, en la oficina de Celia, ella se subió el pantalón, revelando así terribles moretones en las rodillas y marcas del piso grabadas en su piel. De pronto, la puerta se abrió con brusquedad. Se apresuró a cubrir las heridas.
-¡Celia! ¿Qué te pasó en las rodillas?
Era Carlos, quien entró en el consultorio con la comida y quedó estupefacto al ver la escena. Antes de pudiera hablar, él notó otra herida en su frente, lo que le avivó aún más la furia.
que ella
-¡Quién carajos se atrevió a lastimarte! -Carlos ya se alteró.
-Me resbalé -lo detuvo Celia al verlo enfurecido, agarrándole la muñeca antes de que saliera como un toro feroz.
-¿Cómo te hiciste esas heridas solo por un resbalón? -Carlos no le creyó en lo absoluto.
Ella suspiró al verlo de esa manera.
-Limpian y desinfectan las escaleras todos los días y me resbalé por descuido. ¿Y ahora vas a pelear con las escaleras?
Carlos se quedó sin palabras y se sentó de golpe en la silla. Celia echó un vistazo a la lonchera y le preguntó:
-¿Qué me trajiste?
-Ah, es la sopa que preparó mamá. Como hizo demasiada, me pidió que te trajera una porción.
Mientras hablaba, Carlos abrió la lonchera y la puso frente a ella. La sopa aún estaba caliente. Mirando fijamente la comida, Celia guardó silencio por un momento.
En el pasado, solo cuando Carlos estaba en casa tenía oportunidad de probar las comidas de Rosa. La carne, los bocadillos y las frutas siempre eran primero para él, pero Carlos nunca había notado esa actitud parcial de sus padres. 1
-¿Qué ocurrió? ¿Acaso no te gusta la sopa? -le preguntó Carlos.
Ella volvió en sí y lo negó sonriendo con amargura. Tomó un sorbo de la sopa y le respondió:
-Está buenísima,
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En el pasillo, César bajó la mano que estaba a punto de tocar la puerta al ver la tierna escena entre los hermanos. Celia tomaba concentrada la sopa mientras Carlos contaba chistes con voz exagerada, haciéndola reír.
Ella nunca le había mostrado esa sonrisa tan relajada y brillante… Pensando en todo esto, se alejó del lugar con cierta decepción. (1)
***
Por la tarde, Celia llevó a Carlos de vuelta a casa. Él bajó del auto y le preguntó algo confundido:
-¿No vas a entrar a saludar a papá y mamá?
Tras un breve silencio, le sonrió:
-Con que
tú los cuides, me siento tranquila.
Antes de que Carlos pudiera responder, arrancó el auto. Cuando Rosa salió al jardín, el auto ya se alejaba a gran
velocidad.
-Carlos, ¿era Celia? -le preguntó, reconociendo el auto de Celia.
—Sí.
-¿Te dijo algo? En especial, ¿sobre su matrimonio?
-No le pregunté nada del tema. Esperemos a que quiera contárnoslo.
Dicho esto, el joven entró a casa despreocupado. Rosa se quedó algo preocupada, sin saber cómo enfrentar el divorcio de su hija. Si se separaba de César, ¿qué sería del futuro de Carlos? Cada vez que lo pensaba, su preocupación crecía.
***
Al llegar a casa, Celia se duchó con rapidez. Salió del baño envuelta en una toalla, pero se encontró con César, quien entraba justo en ese momento a la habitación.
Se sorprendió. Después de unos segundos de silencio, se cubrió por instinto y se dio la vuelta dándole, así la espalda.
-¿¡Por qué estás aquí!?
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