Capítulo 41
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Capítulo 41
César guardó silencio por un momento antes de apartar la mirada con una risa burlona.
-Vaya, lo recuerdas muy bien, ¿eh?
Ella se quedó sin palabras… ¿Cómo podría olvidarlo? Cada palabra hiriente que él le había dicho estaba grabada en su memoria. Había tardado seis largos años en despertar, pero al menos no había desperdiciado toda una vida.
Pronto llegaron a la clínica y ella siguió obediente a César hasta la habitación de Sira. Al verlo, Sira se incorporó con una sonrisa forzada.
-César… -Lo saludó.
Cuando notó la presencia de Celia, que venía detrás de él, su expresión se tensó y sus manos apretaron de manera inconsciente las sábanas: ¿¡por qué vino a verla con la otra mujer!?
Celia ignoró su reacción y se acercó.
-Señorita Núñez, lamento mucho lo ocurrido anteriormente le sonrió.
Sira quedó perpleja. ¿Acaso esta maldita venía a disculparse?
–
Celia le hizo tres reverencias con respeto y luego empezó a darle las bendiciones.
-Le deseo salud, longevidad y que todos sus deseos se cumplan.
Aturdida, Sira finalmente reaccionó. Celia le había hecho tres reverencias… ¡Eso parecía un ritual funerario!
César agarró con violencia la muñeca de Celia, visiblemente molesto.
-¿A esto le llamas disculparte?
-César, no te enfades por eso. A mí no me importa. Celia ya se disculpó conmigo… -Lo detuvo Sira, mientras clavaba los ojos en la mano de César, que seguía sujetando a Celia con fuerza.
Ella se liberó del agarre.
-Sí, como lo oyó, la afectada ya aceptó mi disculpa. Además, solo pidió que me disculpara con ella, pero le hice reverencias, lo que ya demostró mi sinceridad.
César entrecerró los ojos con furia, estudiándola. Notó que algo había cambiado en ella. Y ella desvió la mirada con calma bajo su escrutinio.
-Cumplí mi palabra. Ahora les dejo solos.
Dicho esto, se fue sin mirar atrás. Sira volvió a mirar a César con una expresión sombría: ¡ella había subestimado a Celía!
***
En el baño, Celía se lavó varias veces las manos y se calmó un poco antes de salir. Al levantar la vista, se detuvo en seco. César la esperaba en el pasillo.
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Capítulo 41
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Bajó la cabeza fingiendo no verlo, pero cuando intentó pasar, él la detuvo sujetándole con fuerza el brazo.
-Últimamente, te has vuelto muy atrevida. ¿O será otra de tus sucias artimañas? -le preguntó, y la giró hacia sí, obligándola a mirarlo.
La distancia era tan corta que ella podía percibir el tenue aroma a lavanda de su chaqueta, lo que la aturdió por un instante. Pero enseguida recuperó la compostura y se apartó con rabia.
-Me ha malinterpretado, señor Herrera. Nunca he intentado hacer ninguna artimaña. Solo quiero que usted y la señorita Núñez sean felices…
¿Quería que él y Sira fueran felices? Al escucharla, la expresión de César se tornó sombría. Dio un paso adelante y le preguntó con seriedad:
-¿Crees que puedes decidirlo?
-Pero, eso es lo que desea, ¿no es así?
La pregunta lo irritó aún más.
—¿Qué se supone que deseo?
-Usted lo sabe mejor que yo, señor Herrera -dijo Celia, mirándolo fijamente, recordando con amargura lo ocurrido aquella noche en el privado del restaurante-. Si crees que soy un obstáculo entre usted y Sira, no necesita hacer nada para evitar ensuciarse las manos.
César captó enseguida el significado tras sus palabras. La impaciencia en su voz era evidente.
-Celia…
-¿César? -lo interrumpió la voz de Sira.
De repente ella apareció en el pasillo y, al ver la escena, palideció antes de desplomarse.
-¡Sira! —gritó César, preocupado, corrió hacia Sira pasando junto a Celia.
La levantó en brazos llamando a los médicos. Ni una sola vez miró atrás…
Celia observó atenta su figura alejarse y sonrió con amargura. ¿Qué estaba esperando? ¿Esperaba que César la eligiera a ella?
Eso era imposible… No había amor entre ellos. Su indiferencia era real.
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