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Por que 35

Por que 35

Capítulo 35 

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Capítulo 35 

En la cama, los dos cuerpos se pegaron demostrando cierta intimidad. Celia sintió el cambio del cuerpo de César, mientras el suyo permanecía rígido como una estatua, paralizada por la tensión que sentía. 

-¿¡Acaso Sira no puede satisfacerte!? -pensó ella. 

Antes, confiaba en que César jamás la forzaría, pero ahora esa certeza había desaparecido por completo… Hubo un tiempo en que anhelaba su contacto, pero ese deseo se había convertido en rechazo. Le resultó tan desagradable el hecho de que ella tuviera que hacer el amor con él después de que este había estado en la cama 

de Sira. 

César percibió su resistencia, y una sombra oscura cruzó por sus ojos. 

Desde hacía tiempo, que había notado que Celia poseía una belleza que atraía miradas masculinas. El pequeño lunar junto a su ojo derecho reflejaba un aura particular, marcando su encanto único. Ese detalle le resultaba ser algo inexplicable y familiar, como si lo hubiera visto en algún recuerdo lejano. Justo por esa razón, cada vez que lo notaba, se sentía enojado como ahora. No pudo evitar aflojarse un poco la corbata. 

-Somos marido y mujer. Es legal que quiera hacer el amor contigo -habló con voz ronca. 

Celia se estremeció e intentó apartarlo. 

-¡Pero yo no quiero…! ¡Ah…! 

César ya había inmovilizado sus muñecas. Enterró el rostro en su cuello, envolviéndola en una dominante 

hormona masculina. 

El peso de su cuerpo sobre el suyo le dificultaba un poco la respiración. En ese preciso momento, una ola de tristeza y vulnerabilidad la inundó. Con los ojos nublados, apartó la cabeza hacia un lado. 

Mientras exploraba la mano suave de Celia, César se detuvo de forma abrupta: el anillo que ella había llevado durante seis años había desaparecido, dejando solo una pequeña marca en su dedo anular. 

-¿Cuándo te lo quitaste? -preguntó, fingiendo indiferencia, acariciando la huella con su dedo. 

Celía guardó silencio, sin responderle en lo absoluto a ella. Se había quitado el anillo desde la misma noche en que le propuso el divorcio. 

De pronto, sonó el celular de César. Se ajustó la camisa arrugada y se levantó de la cama. Sacó el dispositivo y abandonó con rapidez la habitación sin mirar atrás. 

Celía observó su espalda. Aún podía sentir el calor casi ardiente del cuerpo masculino sobre su piel. 

¿Habrá hecho lo mismo con Sira en su cama? Qué asco…”, pensó ella, riéndose con cierta amargura de sí misma. 

Cuando César regresó después de la llamada, la cama estaba vacía. El sonido del agua corriendo en el baño delató el paradero de Celia. 

Se acercó a la puerta del baño y levantó la mano para llamar, pero se detuvo en seco a la mitad del gesto. En lugar de eso, tomó su chaqueta y luego se fue de la habitación. 

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Capítulo 35 

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Dentro del baño, Celia se sumergió en la bañera, tratando de lavar una y otra vez la irritación en su cuerpo causada por el previo contacto de César. 

*** 

Al día siguiente, Celia tenía programada una cirugía al mediodía, por lo que llegó temprano a la clínica. Sin embargo, a las once de la mañana, recibió la notificación inesperada de que habían reemplazado al equipo quirúrgico. 

Revisó el documento de notificación en la estación de enfermería y permaneció en absoluto silencio por unos segundos antes de preguntar. 

-¿Fueron los familiares del paciente quienes solicitaron el cambio? 

Una de las enfermeras, Ana, respondió con cierta duda. 

-Pues, es la petición del doctor Fernández. Después de lo ocurrido entre usted y Sira, perdió la confianza en su profesionalismo… 

Felipe era un médico experimentado con más de dieciséis años en la Clínica Central. Su opinión tenía peso en ella. Pero su decisión de ponerse del lado de Sira solo confirmaba el poder de influencia de los Herrera. 

-Doctora Sánchez, yo confío en usted le dijo la enfermera en voz bajita-. Al fin y al cabo, también soy una empleada sin padrinos. Es normal que nos hagan injusticias. Pero usted tiene talento. Incluso si deja la Clínica Central, tendrá un futuro brillante. 1 

La joven entendía a la perfección la dificultad de Celia. Todos los que no tenían conexiones en el entorno de trabajo sufrirían injusticias, y no tendrían más opciones que aguantarlas. 

Celia la miró, sonriéndole con sinceridad y gratitud. 

-Mil gracias, Ana. Tú también eres una excelente enfermera. 

La joven se sorprendió, observando cómo Celia se alejaba. No podía entender por qué hablaban mal de ella, cuando era una persona tan amable y educada. 

Mientras tanto, Felipe visitó a Sira en su pabellón para informarle sobre el cambio quirúrgico efectuado con su poder. Síra mostró una repentina sonrisa de satisfacción, pero de inmediato la controló por la presencia de Felipe. 

-Doctor Fernández, aprecio mucho su valiosa ayuda. ¿Cómo podría agradecérselo? 

Felipe sonrió con falsa modestia. 

-No es nada. Usted es la novia del señor Herrera. Si pudiera mencionar mi nombre, yo creo que me favorecía ante él… 

Sira ya lo había esperado. Mantenía la sonrisa. 

-Por supuesto. Me aseguraré de que César considere su ascenso. 

-¡Excelente! Que tenga un día lindo, señorita. 

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Con la promesa de Sira, Felipe salió de la habitación con paso ligero. En cuanto la puerta se cerró, la máscara de Sira se desapareció al instante. 

“¡Qué idiota útil! ¿Se ofreció a ser víctima de mi plan? Pero, así es cómo funciona el poder, ¿no es así? Celia, jse han acabado tus días alegres!”, pensó ella. 1 

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