Por que 34

Capítulo 34 

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Capítulo 34 

César se detuvo en seco, notando la extraña rigidez de su propio cuerpo ante el abrazo de Sira. 

En el pasado, esos gestos solían provocarle cierta satisfacción. Pero ahora, esa sensación había desaparecido. 

Sira lanzó una mirada calculadora hacia la figura que permanecía fuera del pabellón y, con un tono de voz encantadora, le preguntó al joven. 

-César, sin importar lo que pase, me creerás, ¿cierto? 

Distraído, César miró hacia la ventana y le respondió con un “hmm” automático. La sonrisa triunfal de Sira se volvió cada vez más evidente. 

-Eres tan bueno conmigo. 

Celia permanecía fuera de la puerta. No había entrado, pero Sira la había descubierto. No hizo nada al respecto por tratar de delatar la falsa fachada de Sira, sabiendo a la perfección que toda la escena había sido orquestada para que ella escuchara la respuesta de César, y la reacción de César no la sorprendió en lo absoluto. 

No pudo evitar apretar con fuerza el celular que tenía en la mano. Incluso si le mostrara el video a César y lograra demostrar su inocencia, ¿de qué serviría? En este aspecto, Sira tenía toda la razón: al final, él nunca creería en 

ella. 

Pensando en todo esto, ella se burló de sí misma y se fue sin mirar atrás. 

*** 

Esa tarde, Celia visitó un bufete de abogados para revisar los documentos del caso de Carlos, con la única esperanza de encontrar un profesional dispuesto a tomar su defensa. Sin embargo, uno tras otro, todos se negaron, mencionando que tenían que obedecer las “órdenes superiores”. 

Era obvio que la mano de César estaba detrás. A partir de las figuras de su mismo nivel, nadie podría cambiar la decisión de la familia Herrera. Como Alfredo ya la había ayudado dos veces, ella no quería que él ofendiera a los Herrera por su culpa. 

Sin otro tipo de opciones, primero regresó a casa. Pero, al salir del ascensor, se encontró justo con César, apoyado contra la pared, fumando un cigarrillo. Parecía recién llegado del hospital: 

Distraído, sacudió la ceniza, y su mirada penetró el humo, posándose en ella. 

-¿Fuiste a buscar abogados? Pensé que recurrirías a Alfredo otra vez. 

Celía, se detuvo con cierta brusquedad. 

-¿Me estás siguiendo? 

– 

-Tonterías apagó el cigarrillo y se le acercó-. ¿Para qué habría de hacerlo? 

Ella apretó los puños y trató de pasar de largo, pero con un simple movimiento, César la atrapó y la arrinconó contra la pared. 

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Capítulo 34 

-¿Quieres que saque a Carlos de la cárcel? -le preguntó con la voz ronca. 

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Celia guardó silencio, algo inquieta. Él se inclinó cada vez más cerca, hasta que su aliento le rozó la piel por completo. 

-Si te disculpas con Sira, lo haré-él le propuso. 

El cuerpo de Celia comenzó a temblar de rabia. 

-¡Solo te importa Sira! Viste el vídeo. ¡Fue ella quien me tendió la trampa! ¿Por qué debería disculparme con ella? 

-Cuando conspiraste con mi abuela para tratar de alejarla de mí, ¿nunca pensaste que llegaría este día? 

Sus palabras, pronunciadas con cierta calma e indiferencia, le provocaron a Celia un dolor sofocante. Sabía que, en su mente, ella había sido cómplice de Valeria al enviar a Sira al extranjero a través del trato hecho entre ellas. 

Pero la verdad simplemente era otra: antes del matrimonio, ella no estaba al tanto por completo de que César había sido forzado a romper con Sira. Solo después supo que su esposo guardaba un amor imposible de olvidar. Había intentado por todos los medios explicárselo mil veces, pero él nunca la escuchó. Y ahora, ya no valía la pena insistir. 

—Sí, merezco todo esto ―le dijo con lágrimas en sus ojos-. Fue un error casarme contigo, ¡y ya me arrepentí! ¡ Nunca debí hacerlo! 

Intentó escapar, pero la fuerza de César le resultó casi imposible de vencer. 

-¡Suéltame! -le gritó desesperada. 

César no cedió. Su rostro mostraba una ira contenida. Al recordar todos los cambios pasados en ella, se sentía aún más irritado. Esa mujer que se había casado con él solo por interés, sumisa durante los seis años pasados, ahora se rebelaba contra él, incluso intentó escapar de su control. 

Él odiaba perder el control, tanto en las relaciones como en cualquier otro asunto. 

En un movimiento rápido, la levantó en brazos y se dirigió con pasos largos hacia la habitación. 1) 

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