Capítulo 31
Sira habló con una expresión fingiendo sinceridad para asegurarse de que César la notara. Si no hubiera sabido la verdad, incluso Celia estaría a punto de creer en su excelente actuación. Le respondió con una sonrisa despectiva.
-No es necesario. La verdad tarde o temprano saldrá a la luz.
Después de terminar de hablar, se fue dándoles la espalda.
Sira se sintió algo avergonzada, pero al notar la mirada de César sobre ella, se inquietó un poco. De inmediato adoptó una expresión de lástima.
-César, no sabía que Celia me odiaba tanto… Si lo hubiera sabido, no habría venido…
Él retiró la mirada sin mostrar emoción alguna. Levantó a Óscar en sus brazos.
-Mantén distancia con ella -le ordenó enseguida.
La reacción tomó a Sira por sorpresa. Bajó la mirada y un destello de envidia cruzó de forma fugaz por sus ojos.
-César, ¿la estás defendiendo?
La pregunta hizo que César se detuviera por un instante. Evitando responder, luego dijo con calma.
-No es una persona sencilla. Si te acercas demasiado, saldrás perdiendo. Solo pienso que es por tu bien.
Las palabras disiparon cualquier tipo de disgusto y preocupaciones de Sira. Aunque esa maldita zorra de Celia seguía siendo una tentación para César, eso ya no importaba. ¡Ella también tenía sus propias formas de eliminar esa amenaza! Al final, ¡sería ella quien se casaría con César! 2
***
Celia acababa de conciliar el sueño cuando unos ruidos en la sala la despertaron. Un haz de luz amarilla se filtró en la oscuridad de su habitación. Sin devolverse hacia la puerta, entreabrió los ojos y distinguió una figura que se acercaba a su cama. Permaneció inmóvil, fingiendo dormir.
En el pasado, había esperado innumerables noches el regreso de César, solo para recibir decepción tras decepción. Ya estaba harta del cansancio de aquella espera infinita. Ahora, ya no quería esperar nada.
César permaneció junto a la cama durante algunos largos segundos. Se quitó despreocupado la chaqueta y la corbata antes de dirigirse al baño.
Celía mantuvo su postura, fingiendo estar en un sueño profundo. No se movió ni siquiera cuando el hombre salió del baño.
Sin embargo, cuando César se acostó a su lado, no pudo evitar inquietarse: él estaba tan cerca, que ella podía sentir su aliento rozándole la nuca. Él notó su rigidez, pero optó por guardar silencio. Apagó la luz sin molestarla.
No supo cuándo volvió a quedarse dormida, pero al despertar se encontró en brazos del hombre, algo que nunca había ocurrido. La sorpresa la dejó atónita.
César dormía profundamente, quizá por primera vez él tenía un sueño tan largo con ella. Estaba acostado de cara
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Capítulo 31
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hacia ella. Su perfil se iluminaba con la luz que se filtraba entre las cortinas. En ese preciso instante, Celia flotaba entre la ilusión y la realidad, contemplando aquella cara tranquila y elegante del hombre.
Creyéndose como si estuviera en un sueño, extendió la mano para poder tocarlo. Pero cuando vio que él abrió los ojos, ella recuperó con brusquedad la compostura y se incorporó de golpe.
Sus miradas se encontraron. Después de unos segundos, ella apartó los ojos.
-Perdón. Eso nunca volverá a pasar-murmuró.
Bajó de la cama y se refugió en el baño. Al ver la puerta cerrada, César se quedó pensativo.
Después de cepillarse, Celia se dirigió al vestuario. Al entrar, se encontró a César frente a su armario, ahora casi vacío y sin rastro alguno de sus pertenencias.
Él la miró con cierta suspicacia.
-¿Dónde están tus cosas?
-Las tiré a la basura -le respondió ella con calma infinita y una excusa preparada-. Las compré con mi propio dinero y tengo el derecho a deshacerme de ellas, ¿no es así? 1
Todos los objetos que había empacado eran de su propiedad. Lo que pertenecía a los Herrera seguía en su lugar.
César echó un vistazo a los estantes que se encontraban a la izquierda, donde aún se reposaban joyas y bolsos de lujo. No insistió más sobre ese tema.
-Como tú quieras.
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