Capítulo 23
Al atardecer, Celia terminó su trabajo y estaba por salir de la oficina. En ese momento, Sira apareció y
tocó con suavidad a la puerta.
-Celia.
Ella levantó la mirada y la miró con calma.
-Dime.
-La Clínica tiene el proyecto de establecer un centro de medicina del sueño. Esta noche hay una cena
con la parte del gobierno. Ve a la cena.
Dicho esto, dejó un documento sobre el escritorio.
Celia echó un vistazo al documento y no pudo evitar reír.
-¿Por qué no vas tú misma? ¿Por qué me encargas esto?
-¿Me sigues guardando rencor por lo que pasó antes? -le respondió Sira con una sonrisa-. Somos colegas y tengo mucha confianza en tus habilidades. No tendré preocupaciones si te encargas del
proyecto.
Ante el posible rechazo de Celia, añadió:
-Además, es orden de César. Él decidió que me encargaría de tus obligaciones, y ahora te doy esta tarea…
No puedes rechazarme.
Celia apretó los puños instintivamente. Al principio, su trabajo y el de Sira no tenían ninguna relación,
pero la orden de César era un claro abuso de poder, para darle a Sira el derecho de meterse en sus asuntos.
Al ver la fingida inocencia de Sira, Celia cerró un poco los ojos para calmarse. Tomó el documento y empezó a revisarlo con detenimiento. No había aparentes problemas y Samuel lo había firmado. Sira no parecía atreverse a alterar el documento.
Cerró los papeles y le dijo con frialdad.
-Está bien. Puedo encargarme de eso.
-Aprecio tu apoyo. Te enviaré la dirección y el número del privado de la cena.
Celia no se molestó en perder más tiempo con ella y se fue con el documento. Sira observó su figura alejarse con una sonrisa maliciosa.
***
Pronto, Celia recibió el mensaje de Sira.
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La cena sería en el privado del quinto piso del restaurante El Bosque. Entró al cuarto con el documento en mano. Varios hombres le dirigieron la mirada al tiempo.
Celia había tenido trato con funcionarios antes, pero estos tipos definitivamente no parecían empleados normales del gobierno. Revisó el mensaje para confirmar el número del privado, y se dio cuenta de que no
se había equivocado.
-Lo siento, me equivoqué de lugar -se disculpó.
Justo cuando estaba a punto de irse, un hombre con camisa azul y pelo corto le bloqueó el paso.
-No tengas tanta prisa, guapa. No te has equivocado.
Ella se quedó pensativa.
-¿Qué quiere decir?
Detrás de ella, otros dos hombres se le acercaron, examinándola. El de la camisa azul, mostrando unos dientes manchados por el tabaco, rio tocándose la nariz.
-Estás buenisima. Parece que ella no nos mintió. Ya le pagamos para que nos acompañes. Si te vas, ¿ quién nos devolverá el dinero?
Los demás también corearon risas burlonas.
¿Ellos habían pagado para que ella los acompañara? Celia palideció al instante. El documento era auténtico, pero esta cena era evidentemente una trampa. ¿Acaso esto era también lo que César quería ver?
-No sé por qué existe este malentendido, pero no vine aquí para acompañarlos. Por favor, déjenme salir o
llamaré a la policía.
Sin embargo, el hombre le dio un manotazo y su celular cayó al suelo. Antes de que pudiera reaccionar, los tipos la sujetaron y le acercaron una copa a la boca, obligándola a beber el contenido.
No tenía la fuerza para resistirse contra los hombres. Tras tragar medio vaso del licor, sintió un intenso ardor en el estómago. Apartó a los hombres con todas sus fuerzas, y la copa cayó al suelo por el empujón.
Conteniendo las náuseas, les gritó con los ojos enrojecidos.
-Fue Sira quien los contrató, ¿¡cierto!?
-¿Sira? No conocemos a ninguna Sira. Eres solo una señorita del bar, ¿no es así? -dijo el tipo de la camisa azul, mientras la agarraba bruscamente del pelo-. ¡Aprecia mi paciencia! ¡Ya recibiste mi dinero y debes ofrecernos un buen servicio! (2
Debido al dolor, Celia palideció. Extendió la mano buscando algo en la mesa, ¡y luego estrelló una botella
contra el hombre!