Capítulo 21
-Haré que Nicole te lleve a casa.
César apartó su mano y se fue caminando a pasos largos. Mirando cómo se alejaba, Sira apretó con furia
la pulsera en su mano, y su mirada se tornó dura y feroz.
¡Maldita sea Celia! ¡Cómo se atrevió a competir con ella por César!
Pensando, sacó su celular y marcó un número.
***
Celia llegó al aparcamiento, sorprendida al ver que Alfredo la seguía. Se volvió con sorpresa.
-¿Alfredo?
Él se encogió de hombros, despreocupado.
-Yo si te creo, Celi. No eres una persona así.
Ella se sorprendió.
-Pero… ¿Por qué?
-Confío en el señor Gómez–le explicó-. Nunca se equivoca al juzgar a las personas. Y yo tampoco… Soy
bastante bueno detectando a las mujeres falsas, como sabes.
Alfredo tenía mucha experiencia tratando con mujeres. De hecho, era conocido en su círculo como un ” sabio” en lo que respecta a ellas. Como había tratado con todo tipo de personalidades, cualquier artimaña
resultaba fácil de descubrir a sus ojos.
Celia volvió a sonreír.
-Estoy muy agradecida.
-No hay de qué, amiga –dijo él, pero se le acercó-. ¿Necesitas mi ayuda?
Celia levantó la cabeza para mirarlo, confundida, justo cuando una voz gélida se escuchó detrás de ellos.
-Señor Suárez, ¿te interesa ser su novio?
Celia reconoció la voz, pero no quería voltearse para verlo. En comparación con la trampa tendida por Sira, quien realmente la había herido era César.
Alfredo le sonrió con un toque burlón.
-Señor Herrera, ¿y por qué dejaste sola a tu novia? O ¿todavía no le has dado el título de tu novia
oficialmente?
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César ignoró el sarcasmo. Se detuvo frente a él, agarrando con fuerza el brazo de Celia.
-Tengo algo que hablar con ella.
-¿Sobre ti y tu novia?
-Eso no te importa.
-Claro que sí. Todo lo que la afecte, me concierne.
César entrecerró los ojos.
-¿Sí? ¿Y por qué?
Alfredo se apoyó contra su auto, sonriendo.
-Es la alumna favorita del señor Gómez. Y yo, como su amigo, tengo todo el derecho a protegerla.
César mantenía una actitud despreocupada.
-Ojalá estés a la altura de hacerlo.
La sonrisa de Alfredo se apagó un poco. Antes de que pudiera responderle, César se llevó a Celia. Ella forcejeó, pero no pudo liberarse. No fue hasta que llegaron al auto de él que ella logró zafarse, estallando
de ira.
-¡Basta ya! Quieres vengar a tu primer amor, ¿cierto? ¡Venga! Si quieres, ¡hazme todo lo que quieras! ¿Me enviarás a la comisaría? ¿De qué me acusarás? ¿Harás que me detengan o que me encarcelen? De esta manera, ¡podrás quedarte con ella para siempre y sin preocupaciones! Si eso es lo que deseas, ¡debes divorciarte de mí lo antes posible para evitar las críticas por tener una exesposa acusada de ladrona! ¡
Estimado señor Herrera!
-¿Has terminado?
La inmovilizó contra el auto, pero ella apartó la cara para evitar su mirada. Él le levantó la barbilla con firmeza, obligándola a mirarle. Pero, al ver su palidez y sus mejillas demacradas, sus movimientos se
detuvieron por instinto.
-No te alteres por solo lo que te imaginas. ¿Quién ha hablado de denuncias? (1
Celia soltó una risa de desconfianza.
-Entonces, ¿quieres que me disculpe con ella?
Ella sabía que lo haría, como siempre.
-Le diste una cachetada.
-¿Y qué?
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La sonrisa burlona de Celia desapareció. Ella lo miró con serenidad.
-¿Vas a devolvérmela por ella?
César clavó la mirada en ella. Tras seis años de matrimonio, no sabía que ella podía ser una mujer de carácter fuerte, pero le resultaba mucho más interesante en comparación con la sumisa esposa de antes. 1
-No sabía que también tenías carácter.
Celia se quedó confundida.
-¿Qué quieres decir?
¿No sabía que ella tenía carácter? ¿Quería insinuar que ella era fácil de controlar?
César la soltó, aflojándose un poco la corbata.
-Dejemos lo de hoy aquí. No lo menciones más y mantente lejos de Sira. (3